ABRAHAM LACALLE > Tríptico de Málaga
Centro de Arte Contemporáneo - Málaga
Hasta el 15 de marzo de 2015
Los paisajes de Abraham Lacalle (Almería, 1962) recuerdan mucho a las vistas cinematográficas de la Guerra de Vietnam: vegetación salvaje, bosques de árboles arrasados y montañas que surgen del agua. En ellos podemos imaginar como tras el estruendo de una explosión se produce un silencio ensordecedor: el silencio que impone la naturaleza. Lo cierto es que todos los campos de batalla se parecen mucho entre sí. Espacios extensos que conservan la escalofriante huella del enfrentamiento, de la ofensa y la defensa, del miedo.
`Tríptico de Málaga´ es un proyecto diseñado expresamente para el espacio central del CAC, un lugar singular y simbólico en el recorrido expositivo, pues es el "corazón" del centro. Tres grandes lienzos y diecisiete dibujos nos hacen reflexionar sobre los campos de batalla desde un punto de vista metafórico, no bélico literalmente. Hablamos de espacios donde se produce la gran pugna del hombre en el sentido más amplio. Un conflicto que puede tener infinitos significados, pero que siempre remite a la misma raíz: la dificultad de traspasar la frontera del yo. Lo que hay fuera, según Lacalle, siempre es un medio hostil. "Fuera" es otro país, otra persona, otra situación, otra sociedad u otra realidad. Ni siquiera podemos huir de esos ámbitos desfavorables, la propia dinámica existencial nos obliga a enfrentarlos, por lo que "librar guerras" se convierte en condición sin la cual no hay vida.
Irremediablemente estos paisajes catastróficos tienen un vínculo significativo con la época que transitamos. El desorden social que experimentamos actualmente, producto de la ausencia de ética, principios y ganas; el aturdimiento generalizado que ha permitido que los medios de comunicación nos inunden por completo, entre otras causas, han configurado una realidad tan lamentable y disparatada como la que podemos encontrar en una contienda belicosa. Las últimas pinturas del artista caminan en torno a esa crítica social, y es que la pintura es precisamente un medio catártico a través del cual canalizar la indignación y el hartazgo. Son pocos los elementos que nos liberan de la reprimenda y nos inducen a valorar el tema desde un punto de vista más irónico y mordaz, como la representación de un platillo volante (`Un iconoclasta anda suelto´, 2014), o el propio título de la obra `Atocha´, que suscita una guerra en pleno jardín tropical de la estación madrileña.
Mantiene, sin duda, su lenguaje pictórico. Colores planos muy vivos (casi radiactivos) que en este caso, generan grandes composiciones figurativas en las que la perspectiva es completamente arbitraria y queda al servicio de la expresión. Dentro de la propia figuración no renuncia a la mancha abstracta y a lo gestual. La pintura de Lacalle se expande más allá de los límites del lienzo, interrumpiendo a veces, la narrativa de la obra (`Bostezo´, 2014) y concediéndonos el lujo de imaginar qué vendrá después. El contrapunto a los tres grandes paisajes lo constituye la serie de dibujos en blanco y negro en los que el artista arremete definitivamente contra símbolos culturales de gran peso. Los dibujos de los guerreros o del niño haciendo el saludo nazi son un claro ejemplo de ello. Todo el valor simbólico de estas imágenes es destruido al disponer las figuras horizontalmente, tal y como ocurrió en 2003 con la gran efigie de Saddam Husseim en la plaza Firdus de Bagdad. Los hitos son derrocados cuando son tumbados.
Sin duda nos encontramos ante uno de los trabajos más comprometidos del almeriense. Abraham Lacalle lanza su propuesta al espectador, invitándonos a realizar una autoevaluación de nosotros mismos, de nuestros conflictos internos y del ámbito en el que nos toca batallar.