Mucho tiempo ha pasado desde el primer intento de lectura del arte africano en occidente allá por 1984 con la exposición `Primitivism in 20th Century´ en el MoMA de Nueva York. Se trató de una muestra muy criticada en su momento a causa del casi único interés formal por este arte que aún en aquellos años era visto como algo exótico que destacaba por su carácter estético. Un esteticismo que ya se puso en valor en la época de las vanguardias y que aún no había sido objeto de ningún tipo de revisión. Es en este sentido, que se empieza a tener en cuenta, dentro del ámbito curatorial, un interés por poner en valor el discurso del “otro” –en este caso, el artista africano- más allá del formalismo antes mencionado.
Dentro de esta línea, se sucederán una serie de exposiciones como `Magiciens de la Terre´ en París en 1989, o ya en 1997 `Trade routes: history and geography´ dentro de la II Bienal de Johannesburgo, comisariada por Okwui Enzewor, que tratarán de definir el lugar del africano en tanto que individuo en un contexto global alejado de ciertos localismos que lo tenían encasillado hasta ese momento. Estas propuestas apostaban más por la transversalidad de contenidos entre las distintas culturas con artistas que hacían uso de lenguajes comunes que cada uno interpretaba según su posición. Aún así, no será hasta la exposición de 2004-2006 `África Remix: el Arte Contemporáneo de un continente´, que circuló por ciudades como Londres, Tokyo o Dusseldorf, que la figura del artista africano se terminara de consolidar. En esta ocasión, pudo verse el trabajo de creadores hoy día consagrados como la egipcia Ghada Amer, la londinense de ascendencia nigeriana Yinka Shonibare, El Anatsui o el propio Pascale Marthine Tayou. La propuesta curatorial llevada a cabo por Simon Njami sirvió para que esta idea de trasvase -que ya se estuvo gestando en exposiciones antes citadas- se solidificara y sentara las bases del poscolonialismo. Nunca más la figura del artista africano se vería como la de un creador local, arraigado a una creencia arcaica e incapaz de interesar más allá de ese aspecto exótico y puramente formal.
Como dijo en su momento David Elliott, en uno de los textos del catálogo de África Remix «África ha sido por mucho tiempo la tumba del comisario de exposiciones. Inmensa, “peligrosa”, imposible de abarcar, este vasto continente es refractario a toda tentativa de síntesis y las exposiciones de arte contemporáneo no han hecho si no reforzar los estereotipos habituales - exotismo, dislocación- que ni sus propios comisarios han sabido combatir». Queda registrado que abordar la problemática africana desde el punto de vista curatorial es un riesgo que no todo el mundo está dispuesto a asumir.
Parece ser que, en este sentido, Fernando Francés si lo está y en estos momentos puede verse en Málaga `Miracle !!!´, la primera exposición individual de Pascale Marthine Tayou (Camerún, 1966) en España, que intenta traer un pedazo del complejo discurso que su trabajo atesora. Su obra resulta interesante porque supone un puente entre África y occidente -recordemos que aunque camerunés de nacimiento vive a medio camino entre su ciudad natal y Gante-. Esta circunstancia nos sirve para entender cómo es capaz de insertar dentro del mundo del arte discursos desde la alteridad sin que anulen los orígenes que lleva consigo. En esta idea de puente entre culturas se inserta la obra `Plansone duty free´, de 2006, que Marthine Tayou realizó en la Fundación NMAC Montenmedio de Arte Contemporáneo, donde objetos desechados -tanto de Camerún como Cádiz- se acumulan para dar forma a una arquitectura futurista. Este trabajo supuso la primera presencia de este artista en Andalucía y también en España.
La muestra, que queda situada en el espacio central del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, es una selección de parte de sus últimos trabajos. Al entrar nos encontramos con un montaje en el que la acumulación de piezas se convierte en la nota dominante. Así podemos ver desde esculturas como `Men & Women´ de 2014, o `Sauveteurs / Couple de supporters´, de 2012, hasta pinturas -como la serie `Chalks´ de 2015-, pasando por instalaciones, piezas suspendidas del techo... En definitiva todo un catálogo de objetos que, a primera vista, impresiona por su colorido y su magnitud. La idea que sugiere este montaje expositivo es la de estar caminando por las calles de un bazar africano que llama la atención por su despliegue de colores y aromas, elementos inherentes al trabajo del artista.
El deambular por este "bazar" alegórico comienza con `Colonnes Pascale´, que destaca por su verticalidad. En este caso se hace uso de la olla árabe como elemento cotidiano para la construcción de una serie de columnas que eleva nuestra mirada hacia la techumbre de la sala. Llama la atención la colosal serie `Chalks´, ya mencionada, que consta de tres grandes lienzos donde diversos materiales, como la tiza, conviven en una sucesión de formas que, poco a poco, se vuelven más caóticas donde el color es la nota dominante. A medida que nos vamos adentrando en la obra de Marthine Tayou nos damos cuenta de que el discurso que lleva consigo es complejo. La estética “amable”, incluso cercana que caracteriza su trabajo viene acompañado, no obstante, con una cara oscura que no es otra que el drama de un continente asolado por guerras, hambrunas y que ha sido sistemáticamente expoliado por las potencias occidentales. `Black diamonds´ simboliza este expolio; una serie de diamantes colgantes extendidos por toda la sala de distintos tamaños nos acerca a esta realidad. Una realidad que es continuada con `Charcoal fresco A´, una pintura de gran formato, que recuerda a los grandes lienzos de Anselm Kiefer, bello y al mismo tiempo enigmático, parece una oda de Marthine Tayou a su lugar de origen. Piezas como `Falling houses´ o `Wardrobe´ cierran lo que podría ser denominado como una gran instalación –la del espacio central- que tiene su continuación en el espacio 5 del CAC con el video `Bend Skin Cotonou´, donde el artista registra las idas y venidas que se producen en un mercado africano de Benin durante uno de sus viajes. Una acertada propuesta expositiva que quizás peque en exceso de cierto rigor formalista, echando en falta algo más de material documental que nos permita un acercamiento más profundo a la complejidad de este tipo de discursos sobre los que se lleva trabajando, a nivel curatorial, desde hace tiempo.