El mundo del arte y de la creación actual podrá ser tremendamente complejo y amplio o extremadamente sencillo y reducido, según como se vea. La multiplicación de los agentes implicados en dicho contexto o la impresión restringida del mismo podrían crear una opinión tendenciosa acerca del mercado del arte contemporáneo y su estado actual. Sobre ambos marcos conceptuales -entre otros- gira la obra de Carlos Miranda (Málaga, 1971) y su proyecto `The Estate of Anonymous´ que comenzó en el año 1998. La exposición que alberga la Galería Javier Marín, es la tercera del séptimo capítulo y toma como subtítulo `Stories from homes 3. Nueva colección de pinturas de Carlos Miranda sobre visitas de Polaroid Star´.

 

Sí, no hay ninguna errata, un proyecto de más de 15 años que copa la producción de un artista, en los tiempos que corren… y ni él mismo se atrevería a ponerle fecha de caducidad. Realmente, el artista malagueño es una de esas afortunadas rarezas en un panorama habituado a los nombres estrella o las obras espectaculares. En una sociedad que se marca como objetivo el triunfo rápido, sencillo y fugaz, la perseverancia y continuidad de Miranda se antojan todo un logro. Su obra viene además a analizar con conocimiento de causa, el proceso creativo y la constitución social de la obra de arte y del artista. Lo hace curiosamente desde el anonimato que le proporciona desdoblarse en heterónimos -o pseudónimos literario-artísticos-. “Anonymous” es el autor desbordado en ideas, pero carente de obra física; “Polaroid Star” es la crítica que maneja los vericuetos del mundo del arte; y “Carlos Miranda” -ya en español- es… Carlos Miranda. En concreto, la exposición presenta las pinturas que este último lleva a cabo a partir de fotos que Polaroid Star tomó en sus visitas a los estudios de artistas, críticos, historiadores, etc. Los juegos de autoría que propone tienen mucho de su idea de arte como relato, especula con la figura del narrador, de los protagonistas y de las localizaciones de la historia, para extrapolarlos al ámbito de la pintura. Sus paratextos-cartelas dibujadas en la pared, con los nombres de los visitados, evidencian este parapeto identitario. Quizá que la obra que representa el propio estudio de Carlos Miranda, sea la más pequeña de la muestra y se encuentre en un lugar secundario no sea fruto de la casualidad.

 

La preocupación por el lenguaje narrativo se enfatiza al aparecer el espacio como campo de juego perceptivo. La obra inunda el espacio de la galería, ocupa sin tapujos sus muros. Las pinturas sobre lienzo actúan como elemento vertebrador, y mandan en la inclinación de las viñetas que cubren la pared. Estas últimas, a su vez, se inmiscuyen sin pedir permiso en la propia composición de cada una de las pinturas. Trata a cada obra como un microrrelato, y tanto las viñetas como las cartelas -ambas dibujadas directamente en la pared- vienen a completar cada una de esas historias que componen el conjunto de la exposición.

 

Además de este cuestionamiento del espacio expositivo, de ámbito público, Miranda -o mejor dicho Polaroid Star- invade el espacio privado e incluso íntimo de los estudios ajenos. Y es que hay pocos escenarios y momentos tan cruciales e íntimos como el lugar de trabajo en pleno proceso creativo. Parece como si propusiera que la clave del artista y los creadores en general, fuera el trabajo y el dinamismo en el plano privado, y a partir de ahí poder dar el salto al ámbito público. Se antoja evidente que todo ello se reduce a la determinación desde el anonimato, la cual hace posible proyectos tan ricos y dilatados como `The Estate of Anonymous´. Es la forma que tiene Carlos Miranda de proponer su particular lectura del mundo del arte actual, y analizar el epicentro de la creación como relato personal.