Adentrarse en el mundo pictórico de Matías Sánchez (Tübingen, Alemania, 1972) requiere, ante todo, una mirada libre de prejuicios. Aunque pueden llegar a generar un sentimiento contradictorio en el espectador poco acostumbrado, lo cierto es que sus expresivos muñecotes no atienden a modas y es eso lo que los hace verdaderamente fascinantes. Esa atemporalidad, unida a la ilusoria despreocupación con la que compone sus lienzos, habla de una capacidad singular para entender la pintura y adentrarse por los recovecos de su lenguaje.
Matías Sánchez comenzó su carrera artística en la galería sevillana Cavecanem hacia el año 2000. Tras la reapertura de este espacio en 2014, vuelve con su sello inconfundible, pero con una mayor madurez. La evidente intensidad que caracteriza sus obras, la promiscuidad con la que pinta y su excepcional intuición a la hora de disponer el color le permite crear piezas de gran complejidad pero aparente sencillez, cuadros espontáneos y desacomplejados construidos a base de unas pocas pinceladas rápidas. Esta manera de trabajar, aunque a simple vista pudiera parecer extraño, le convierte en un pintor puramente clásico.
El repertorio de pequeños formatos elegidos para ‘El acabose’ no esconde ningún relato. Como en el resto de su producción, el artista se basa en elementos sacados de aquí y allá, de lo que ha visto u oído en algún lugar. No trata temas concretos, si no que su necesidad por crear le lleva a buscar protagonistas en cualquier parte. Estos personajes, aunque anónimos -y en ocasiones irreverentes- podrían entenderse de alguna manera como una satírica representación de la sociedad actual. Esa socarronería, esa ironía punzante, queda reforzada por la picardía con la que nombra cada uno. Títulos inteligentes pero extraídos del saber popular, demostrando una vez más la atenta naturalidad de su trabajo.
Por último, aunque no por ello menos importante, se ha de destacar su interés por releer piezas de grandes artistas del pasado a los que admira y respeta. Así, sin abandonar nunca su modo de pintar resuelto pero seguro, el artista es capaz de alcanzar géneros muy diversos: planteando desde un paisaje completamente abstracto, hasta el cubismo geométrico de algunas de sus figuras. Por eso, a través de una pincelada febril y cargada de materia, establece un lenguaje propio que bebe de la historia de la pintura y es ejemplo, a su modo, de su personal experiencia artística.