La XIV edición de la Bienal Internacional de Fotografía de Córdoba se inauguró con ‘Antología’, la revisión de la obra de Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), que ocupa la Sala Vimcorsa. Esta magna exposición, organizada por el Ministerio de Cultura, a raíz de la concesión del Premio Nacional de Fotografía en 2009, muestra su trabajo realizado durante 30 años como fotógrafo especializado en zonas de conflicto. Con antelación a esta entrevista tuvimos oportunidad de escucharle durante la conferencia y visitas guiadas que ofreció como parte del programa de la Bienal.
Así comprobamos que rezuma pasión y entrega a su profesión, la cual vive de forma visceral e instintiva pero también racional y medida con inteligencia. Se expresa de forma contundente, sin rodeos, y habla de frente con la verdad en la mano, su verdad, la que ha vivido en primera persona en estos treinta años. Comenta Gervasio en la conferencia que tras la caída del muro de Berlín pensaron que se quedarían sin trabajo en su profesión, que los conflictos se reducirían; y sin embargo hoy le sorprende que sea al revés.
Hablar con Gervasio no nos lleva a hablar de arte ni de técnica fotográfica. Nos conduce a profundizar en la realidad de los medios de comunicación en nuestra sociedad a día de hoy, en el estado del periodismo que se hace en nuestro país y en la brutalidad de los conflictos que actualmente se desarrollan, a veces no tan lejos como pensamos. En las vidas destrozadas de mucha gente. Cuenta que no sabe revelar una foto, que ha aprendido de forma autodidacta, sobre la marcha, y que quiere que miremos sus fotografías más allá de los aspectos formales, que profundicemos en la barbarie que reflejan, que despertemos a través de ellas.
En cada charla Gervasio lo deja claro. La crítica plaga su discurso y es a esto a lo que hay que mirar, por mucho que se admire su obra fotográfica. Además, se siente incómodo cuando le preguntan por sí mismo, por las emociones que vive cuando está disparando fotos desde su objetivo mientras otros, a sólo unos metros, disparan balas y explotan bombas. Cree que como periodista está para hablar de los demás y rechaza un cierto narcisismo que detecta en algunos compañeros de profesión.
A continuación reproducimos la charla que mantuvimos con él.Lola Molina. Llama la atención su compromiso. Usted no es un fotoperiodista al uso, que hace las imágenes y se marcha, que desaparece del lugar de la tragedia para ir a realizar el siguiente trabajo, sino que hay un seguimiento, se interesa por las personas e historias que retrata, hasta llegar a ser el germen de sus proyectos. Me gustaría que me hablara un poco de esto, si esta forma de trabajar y vivir su profesión ha sido así desde el principio de su carrera o comienza a partir de un determinado momento en el que siente que necesita ir más allá y profundizar.
Gervasio Sánchez. Bueno, al principio de la carrera, del trabajo o del contacto con este tipo de situaciones, uno está lo suficientemente confuso como para no entender cuál debe ser, digamos, el ritmo. Pero sí es verdad que yo, a principios de los noventa, cuando ya llevaba casi una década, me di cuenta de que quería seguir haciendo este tipo de trabajo pero ya no me parecía tan sugerente ir de un lado para otro en función de una agenda impuesta. Siempre he ido donde quería pero soy consciente de que iba a los sitios mediáticos y al final, como eres
freelance, acabas yendo a un lugar donde vas a poder desarrollar un trabajo, durante días o semanas, que cubrirá los gastos. Al final te planteas ¿por qué vengo aquí y no voy allí? Porque lo de aquí es noticia y lo de allí, no. Llegó un momento en que decidí que quería seguir haciendo trabajos pero necesitaba buscar otro tipo de anclajes a las historias.
Creo que mi trabajo de Sarajevo entre 1992 y 1995, en blanco y negro, ya lo empecé a mostrar. Empiezo a ir a los sitios, me quedo más tiempo, me dedico a trabajar con una visión de proyecto, más que de actualidad pura y dura, a pesar de que durante el tiempo que estoy en los sitios también la trabajo. En Sarajevo yo hacía fotografías para un futuro libro, pero también escribía historias para el día después porque tenía que vivir de eso. Los libros, los proyectos, no te dan de comer. Lo que te da de comer es la pura actualidad. Y a partir del año 95, cuando empecé a trabajar el proyecto de ‘Vidas Minadas’, hace casi veinte años, di un salto cualitativo, empecé a regresar a los sitios una vez finalizado formalmente el conflicto armado, es decir, cuando se había impuesto la paz. Yo quería seguir viendo qué pasaba después de poner fin a las bombas y por eso empecé a hacer el trabajo de ‘Vidas Minadas’ en lugares donde yo había trabajado durante la guerra: Balcanes, El Salvador, Nicaragua… Lugares que yo conocía en guerra; quería ver qué había pasado durante la paz a través de un proyecto del impacto de las minas contra los civiles.
L.M. De hecho, hace constante referencia a la dignidad de las víctimas, imagino que este “modus operandi” tiene también algo de voluntad de concienciación
G.S. Yo hago el periodismo que creo que debe hacer un periodista. A veces, cuando me dicen “esto es un proyecto comprometido” a mí me exalta. Yo no soy un periodista comprometido, el periodismo es compromis
o. Te ponen el adjetivo porque el periodismo está hecho una mierda en este país, hay un montón de golfos que se lo han cargado, sobre todo instalados en los puestos básicos. Arribistas, gente sin escrúpulos, amorales, inmorales, gente que se ha ido colocando y que luego lo único que hace es defender los intereses empresariales, a los políticos cercanos a la empresa, las relaciones impúdicas con los poderes políticos y económicos, con los poderes fácticos…Esto es lo que hace una pandilla de golfos, minoritaria, pero que tiene mucho poder dentro del periodismo.
L.M. Con su obra dignifica a las víctimas…
G.S. Efectivamente; es que eso es periodismo. ¿El compromiso? Es periodismo. ¿Involucrarte en historias a largo plazo? Eso es periodismo….Eso es lo que yo entendí en la Universidad, y estuve cinco años. Creo que en el periodismo hay mucha gente confundida, gente que debería abandonar directamente esta profesión, limitarse a hacer negocios, ponerse a trabajar en empresas sin escrúpulos…Hay mucha gente que está en el periodismo equivocadamente, que han venido a otra cosa que no tiene nada que ver con esto; por eso me sorprende cómo se adjetiva mi manera de trabajar, cuando para mí es la manera lógica, si no no estaría en esto. Y el día que deje de sentir que tengo que trabajar de esta manera, abandonaré esta profesión.
L.M. Después de todos estos años ejerciendo, ¿cómo diría que ha influenciado su manera honesta de trabajar? ¿Qué se logra, social o políticamente hablando? ¿Hay consecuencias mensurables?
G.S. Si tuvieras que esperar a que cambiara algo a través de tu trabajo... Sería absurdo planteármelo de esta manera y más a una edad ya avanzada. Intento hacer lo que creo que hay que hacer y dedico mi esfuerzo a ello, de forma voluntaria, porque me gusta y porque además me siento realizado con mi profesión. Incluso egoístamente, hago mi trabajo porque me gusta hacerlo. Y si además este trabajo produce situaciones de mejora, pues muy bien, pero hace mucho tiempo que dejé de creer que los políticos, los diplomáticos, etc, iban a cambiar su manera de ver las cosas por mucho que hayan visto una exposición o un trabajo mío o de alguno de mis compañeros. Lo dudo. Incluso en momentos de gran tensión mediática, donde había periodistas mostrando lo que ocurría en zonas de conflicto como Ruanda o Balcanes, estos sinvergüenzas, que es como habría que llamar a estos políticos, miraban hacia otro lado, les daba igual. En la política hay una golfería absolutamente generalizada. ¿Que la mayoría de los políticos son honestos? Sí, claro. Pero es que la mayoría de los políticos no tienen ningún tipo de influencia. ¿La mayoría de los periodistas son honestos? Sí, pero no tienen ninguna influencia. La tienen quienes están en los puestos y escalafones clave. De hecho, es en los tiempos más boyantes cuando más golfería ha habido. Cuanto más se ha ganado en el periodismo, menos se ha investigado en este país y el que lo niegue está mintiendo descaradamente. Yo estoy harto de decírselo a compañeros de todos los medios de comunicación de todo el arco ideológico que hay en este país: mentís. Habéis dejado de investigar determinados temas porque estabais siendo untados económicamente. Por bancos, por empresas multinacionales, que ponían un montón de dinero para hacer vuestro dominical de fin de semana, donde evidentemente muchos de los temas de actualidad no aparecían porque estaban totalmente supeditados al interés de la publicidad. Eso ha ocurrido y sigue ocurriendo de manera bochornosa. Ahora, como estamos atados de manos económicamente, dicen que lo tenemos que hacer. Pero es falso que esto se haga por motivos de crisis económica. Esto se hizo en momentos en los que se ganaba mucho dinero y los consejeros delegados lo único que querían era engordar sus cuentas y los periodistas se callaban porque algunos cobraban un pastón, trabajando y mirando hacia otro lado, y si es un problema moral o ético, lo dudo porque uno de los problemas del periodismo es que hay muy poca gente que ejerza la autocrítica y se pregunte qué hace o qué ha hecho de su profesión y de su vida. Hay muy poca gente con valor para hacerlo. De hecho hay una moda en la que los periodistas que dejan de trabajar para un medio, porque han sido despedidos por un ERE o por mil razones, llegan a la calle, con una buena indemnización y se vuelven todos independientes. Y empiezan a alabar la importancia del periodismo independiente.
Creo que hay que empezar a cambiar las cosas, saber quiénes son los que realmente se juegan el tipo y quiénes son simples arribistas interesados sólo en su carrera o su currículo, aunque esté infectado de ‘virus’ vergonzosos.
L.M. Se puede decir entonces que la profesión del periodista se ha desvirtualizado en los últimos años…
G.S. Mira, hay cada vez más periodistas que salen de las universidades sin ninguna oportunidad de trabajar decentemente en este país, en su profesión. Se les ha creado una idea equivocada de qué es este mundo, hemos pasado de tener tres facultades en 1984 en España, cuando yo era estudiante de periodismo, a hoy, que hay más de cincuenta. Hay mucha gente atrapada en esta situación. A los jóvenes siempre les digo que se marchen de aquí, que se especialicen, que estudien algún idioma raro para plantear en el currículo algo singular que les permita defenderse o competir con el de al lado. Se ha creado una ilusión de realidad y ahora mismo medios, facultades, etc, están atrapados y se ha dejado de hacer periodismo.
L.M. Ahora vivimos la era del periodismo digital…
G.S. Habrá quien diga que en las webs se hace muy buen periodismo. Vamos a ver, primero, ¿quién vive –decentemente- del periodismo digital? Porque, ¿es decente trabajar y publicar veinte historias al mes en un medio y no ganar ni el salario mínimo interprofesional? Esto está pasando y quien diga lo contrario miente. Yo dejo un medio con una indemnización sabrosa que me puede dar para vivir cinco, seis, siete años, depende… y entonces monto un medio digital y empiezo a buscar gente a la que engatuso para luego pagarle una cantidad de dinero vergonzosa y a eso le llamo “periodismo alternativo”. No.
L.M. ¿Por qué sucede esto?G.S. Entre otras cosas hay un problema grave de falta de consistencia en los proyectos, porque muchos se empiezan por el tejado, hay mucho egocentrismo… Muchos de ellos dicen “yo me conformo con ganar tanto dinero”, pero luego se van a las televisiones a ganar tres veces más con las colaboraciones. Esto está pasando. Y fíjate lo que son las circunstancias curiosas de la vida. El único medio que ha nacido con una estructura distinta ha sido el periódico que ha montado Pedro J. Ramírez, El Español, que ha empezado la casa por los cimientos. Podemos tener la opinión que tengamos de Pedro J., pero es el único que se ha propuesto crear un medio con un año de antelación, con una estructura, de tal manera que cuando lo saque tenga la suficiente fortaleza económica para que nadie le tosa. Y ha habido gente que confía en él. Los demás, todos, han empezado por arriba. Y ¿por qué confían en él y no en ti? Porque tú vas ahora de independiente cuando nunca lo fuiste, siempre pegado a las exigencias de la máquina periodística, mintiendo, tapando historias o haciendo promoción del gobierno amigo de tu editor.
*Foto dcha: Mujeres en paso fronterizo. Kosovo, 1999L.M. En sus entrevistas, conferencias, etc, transmite su convicción y la fidelidad a sí mismo. Entiendo que esta voluntad de ser fiel a sí mismo y no ceder a presiones ni censuras, así como el trabajar fuera de nuestro país, determinan parte de su éxito. En su conferencia de Córdoba hablaba de cómo quienes se dediquen al periodismo local tendrán que sacrificar (parte de) su posición crítica.
G.S. Claro, dedicados a lo local, a la sección económica, a la de política nacional…esto ha pasado, está todo arrasado. Nos enteramos con años de retraso de las vergüenzas económicas, miraban hacia otro lado no porque no lo supieran sino porque, claro, ¿cómo vas a criticar a las cajas de ahorros si les estás haciendo a diario un montón de publicidad? De hecho está incluido en el contrato; tú pones la publicidad y yo me callo. Y esto ha ocurrido. Quien lo niegue, miente. En el periodismo hay mucha gente que miente.
L.M. ¿Y qué solución hay a esto? ¿Es mejor que un periodista no trabaje sobre su contexto cercano, sino en contextos extranjeros?
G.S. Posiblemente será la única posibilidad pero, claro, lo que pasa en España a nivel local importa poquísimo fuera de nuestras fronteras. Habría que buscar un mecanismo que empezara hoy mismo y dentro de cinco o seis años tuviera la suficiente coherencia e independencia. Pero que sea verdad, no que nos vendan la moto de la independencia y engañen a la gente. Creo que este es el camino pero va a ser muy complicado porque luego hay otro problema añadido, que es el grave, grave de verdad. Los jóvenes no leen y, menos aún, van a pagar por leer. Hemos creado un mundo donde la gratuidad es la normalidad y va a ser difícil que, sobre todo los jóvenes, cambien su mentalidad. Para que un medio tenga el poder suficiente para enfrentarse a bancos, cajas de ahorros, multinacionales, gobernantes, a gente dedicada a objetivos mafiosos vas a necesitar un equipo de abogados potente para poder defenderte y para esto necesitas el aporte económico de los lectores. Pero es difícil que los ciudadanos pongan dinero para una web. Pero es que además no se puede pedir que el lector apoye una web con cinco euros al mes, al menos que pague un euro al día, igual que por un diario, durante los 365 días del año. Tal vez trabajar formando coaliciones de medios especializados, unos en política nacional, otros en economía, etc… Pero todo esto es muy difícil porque los problemas son los egos. Hay mucha gente que ha salido del periodismo de papel para hacer exactamente lo mismo en el periodismo digital. Dicen que van a mejorar el producto pero insisto en lo que he dicho al principio: ¿Cuánta gente vive económicamente de tu medio? Muchos de estos medios me han llamado para colaborar pero cuando vas a concretar la labor y su retribución económica, para que los ingresos puedan compensar los gastos de, por ejemplo, irme a Irak y escribir “x” crónicas, te dicen “no, yo lo máximo que puedo hacer es abrirte un blog en la web del medio para que escribas de forma gratuita y publiques un par de artículos al mes”. Pero, ¿de qué vais? ¿Tú haces eso contigo mismo? Es escandaloso.
L.M. Su interés por comunicar y contar historias le lleva a estudiar periodismo. ¿En qué momento aparece la cámara?
G.S. Bueno, yo empecé a utilizar la cámara cuando empecé a viajar. En el primer viaje que hice fuera de España, a Turquía y Grecia, me llevé una cámara y empecé a hacer fotos. Primero retrataba a mi familia y a mis amigos y después, a partir del 84, que ya empecé a viajar a Centroamérica, comencé a fotografiar lo que sucedía. Al principio estas fotografías eran, evidentemente, muy malas. Después fui mejorando y me fueron encargando fotografías de algún presidente de visita o para un reportaje. Pactábamos un acuerdo y las hacía; así fueron mis comienzos, en los años ochenta.
L.M. Pero nunca ha dejado de escribir…
G.S. Si sólo me hubiera dedicado a la cámara no hubiera podido subsistir. Hoy día se habla mucho de la precariedad laboral de los periodistas pero esto ya sucedía hace treinta años. El problema es que mi forma de trabajar de hace treinta años hoy hubiera sido imposible trabajando en España. Imposible. De hecho, todos los que se dedican a mi especialidad lo hacen fuera de nuestro país. Todos, sin excepción. En aquellos tiempos se podía vivir pero era precario. Yo seguí, años y años después de haber terminado periodismo, trabajando como camarero en verano, en una playa, a destajo, a diario, a tantos por ciento… y ganaba lo suficiente para luego tirar todo el año. Soy una persona muy trabajadora y mi capacidad de trabajo me ha dado grandes satisfacciones. Además me gustaba eso de cortar temporalmente con el periodismo, lo pasaba bien y me anclaba mucho a la tierra.
*Gervasio Sánchez comenta su obra durante una visita guiada a su exposición `Antología´ (Sala Vimcorsa), en el marco de la XIV Bienal de Fotografía de Córdoba.L.M. Además tengo entendido que esa forma de desconectar es la que le ayuda a sobrellevar la dureza de lo que vive cuando está trabajando en zonas de conflicto.
G.S. Yo es que cuando estoy en esos lugares trabajo como si estuviera en el restaurante. Me organizo muy bien porque sé que cuando termine esta crónica, por ejemplo, me van a llamar para otra cosa y luego para otra. Así voy avanzando y mantengo la mente fresca, avanzada y ordenada. Y luego, cuando termino de hacer las fotos hago cualquier plan normal, como ver el fútbol, etc.
L.M. Afirma que la fotografía no necesita traducción simultánea.
G.S. Sí, esa es una de sus características. Tiene un lenguaje universal; los niños aprenden antes a leer imágenes que palabras y las acaban comprendiendo antes. Han visto películas, vídeos, con tres años saben seguir la estructura de una película…Es fácil mostrar imágenes y que estas atraigan más que las palabras.
L.M. Esto tiene mucho que ver con los objetos personales que muestra en algunas imágenes de ‘Desaparecidos’, donde estos actúan como metáfora y mapa personal de esa persona…
G.S. De hecho estos objetos son importantes porque son lo único de esas personas que les queda a los familiares y los guardan como oro en paño. He conocido personas que tenían cosas guardadas durante cuarenta años, en el caso de padres de hijos desaparecidos, o incluso ochenta, en el caso de nietos respecto a sus abuelos. Estos objetos tienen un fuerte carácter de identidad, y mental y emocionalmente ligan a la persona desaparecida.
L.M. Recibir en 2009 el Premio Nacional de Fotografía, ¿le hizo reflexionar -aún más- sobre la responsabilidad que adquiere con su trabajo? ¿Añade compromiso?
G.S. Siempre me he sentido muy agradecido y satisfecho con los premios recibidos por mi trabajo. A medida que vas teniendo más peso en la fotografía, y eres más conocido, tienes mayor responsabilidad. Hay mucha gente que aprende de ti, te sigue, se reconoce en ti y quiere ser como tú…no puedes jugar, especialmente con la gente joven. Ni contarles películas, ni hacerles creer que esto es un juego. Cuando hablo con chicos o chicas jóvenes que quieren ir a la guerra, yo soy muy cuidadoso y evito empujarles...No se puede ir a la guerra con mentalidad de aventura porque no lo es. Tienes que armarte de valores importantes para poder aguantar todo lo que vas a ver y tener claro para qué haces tu trabajo. Trabajar en la guerra es como un gran combate, donde estás continuamente encontrándote las situaciones que te golpean, de alto riesgo emocional. Y, cuanto más lo hagan, más fuerza tendrás que tener para defenderte. Yo siempre he sido muy autocrítico. Creo que ser crítico es la única manera de resistir.
*Niñas tras cristal coche. Bosnia, 1994 (detalle)