La carta es un medio de comunicación que se encuentra en peligro de extinción. Un mecanismo que está cayendo en desuso y cuyo espacio en la vida cotidiana se ve ocupado ahora por los correos electrónicos y los mensajes instantáneos que responden mejor a la rapidez del mundo contemporáneo y su ávida demanda de información, que se alza tan súbita como fugazmente a cada momento. ¿Cómo debemos proceder ante este cambio? ¿Debemos combatirlo por la nostalgia de otros tiempos o rendirnos ante el avance del futuro? Ya lo dijo Darwin, adaptarse o morir, y si la carta tuviera conciencia de su situación hubiera buscado una nueva razón de su existencia y la habría encontrado, por ejemplo, en la obra de Nono Bandera (Málaga, 1958).

‘Love Letters’ es la serie que Bandera viene a presentar en la séptima exposición individual que la galería madrileña Espacio Mínimo le dedica bajo el nombre de una de las piezas de la muestra, ‘Miel de abeja’. Se trata de una producción que el artista malagueño desarrolla desde 2013 y que fue parcialmente expuesta con anterioridad en la Galería Javier Marínde Málagael año pasado. En ella, las cartas y sus sobres se convierten en el soporte material que sustentan la intervención artística de Nono Bandera y esto implica diversas cuestiones. Aunque se evoque uno de los temas más recurrentes a lo largo de la historia, el amor, el conjunto de escritos que constituyen la base de estas piezas son inventarios, contratos, acuerdos… aunque también hay poesía y algunas dedicatorias, como una felicitación por el día del padre, mientras los sobres son interrogantes abiertos sobre su contenido. Por otro lado y destacando por encima del tema de estas cartas, sobresale la acción de reutilizarlas, la apropiación de objetos no artísticos que adquieren mediante la intervención del artista una dimensión creativa y original. Bien puede relacionarse esto con los ready-made duchampianos dentro de la tradición contemporánea ya asentada, o con el apropiacionismo de la posfotografía de las tendencias actuales. Bandera es consciente de su reintervención en el objeto y reconoce en este acto el valor artístico de su intención, pero en lugar de subrayar la originalidad derivada de su nuevo tratamiento, el artista resalta su participación en la continuidad de la tradición histórica del arte y su inmersión en la conciencia colectiva resultante.

La  propia  Historia  del  Arte es una fuente constante de retroalimentación para los diversos movimientos, tendencias y artistas de todas las épocas, y así se pueden advertir algunas constantes que permanecen en su esencia invariables pero cuya apariencia y tratamiento van modificándose con el paso del tiempo. Bandera participa en esta rueda giratoria al tomar el amor, la religión y la muerte como los principales temas que estructuran su producción. Se inspira además en el tratamiento que han recibido en las obras de grandes maestros como Tiziano o El Greco y otros, a los que cita literalmente en sus composiciones como Magritte o Mondrian. Una tercera vía para este feedback sería la influencia de movimientos artísticos que pueden rastrearse fácilmente en las intervenciones que impone sobre el fondo de cartas, como algunos planos cortos de personajes y explosiones procedentes del Pop Art en ‘Fuego y ornamento’ (2015) o la descomposición de figuras en el espacio propia de surrealistas en ‘StillSculpture’ (2015). De esta forma encontramos un detalle del ‘Jesús entre los doctores’ de Durero en ‘Lucrecia’ (2014) las alfombras de Teresa Lanceta en múltiples escenas o los principios enunciados por el grupo Fluxus en ‘Miel de abeja’ (2015), en la que las hormigas de Dalí se han convertido en abejas.

La combinación de este amplio abanico de raíces artísticas le permite establecer un diálogo en sus obras en las que un lienzo de Mondrian puede ser aniquilado por una mirada del Renacimiento y a las que imprime una sutil ironía que prevalece y revela la propia perspectiva del artista.