JOSÉ GUERRERO > José Guerrero. Obras de 1970 a 1990
Galería Cayón - Madrid
Hasta el 13 de diciembre de 2014
La preeminencia de la forma o el color en la pintura se ha mantenido como una constante a lo largo de toda su historia, desde el Renacimiento hasta las Vanguardias, y por ello cabía esperar que definiera una vez más la línea divisoria entre los artistas de un mismo movimiento, el Expresionismo Abstracto. Es esta corriente la que marcó, a partir de su viaje a Nueva York, la madurez creativa de José Guerrero (Granada, 1914 - Barcelona, 1991). Vinculándose a la tendencia del Color-field painting, Guerrero fue formulando su propio lenguaje pictórico basado en grandes masas de color en las que se pierde toda referencia a la realidad. En su búsqueda por experimentar y reflexionar sobre el medio mismo que supone la pintura, introduce variaciones cromáticas, como hicieran otros grandes representantes de la Escuela de Nueva York como Newman o Rothko, y serían estos presupuestos los que introduciría en el panorama artístico español a partir de los setenta durante su asociación al grupo congregado en torno al Museo Abstracto de Cuenca.
El resultado fue una extensa trayectoria que ahora, en el aniversario de su nacimiento, viene a conmemorarse en diferentes exposiciones dedicadas al artista. La Galería Cayón, representante en exclusividad del legado de José Guerrero, propone una muestra sobre las últimas décadas de su carrera, acotando unos límites cronológicos que deliberadamente complementan la otra actual exposición dedicada al pintor, ‘José Guerrero. The presence of the Black’, celebrada en el Centro José Guerrero y limitada a los años cincuenta y sesenta de su producción.
La exposición de la Galería Cayón se divide entre sus dos espacios para marcar dos ámbitos bien diferenciados dentro de su concepción creativa. Siete óleos se reúnen en el Espacio en Blanca, cuyas claras paredes retroceden ante la potencia y el impacto visual del vivo colorido que aportan las obras. Cabe destacar `Frigiliana´ (1985), pieza exhibida en el Pabellón Español de 1992 suponiendo un gran reconocimiento a su autor, cuyas vastas proporciones le otorgan una fuerte presencia en la sala. La espectacularidad de los lienzos contrasta, sin embargo, con los bocetos y dibujos concentrados en Orfila. De las pinturas como culminación del proceso creativo de Guerrero, se pasa a la intimidad y la cercanía de los gouaches sobre papel en los que el pintor jugaba con las composiciones y se aseguraba de no repetir las variantes, tan parecidas pero siempre diferentes, de sus obras. Podría contemplarse en el sentido contrario, pero sin duda la impresión que causan primero sus pinturas y después el descubrimiento del proceder personal del artista a través de las hojas arrancadas de su cuaderno, añade a la visita la sensación de reconocer al pintor que influyó en toda una nueva generación de artistas españoles, para acercarse luego a comprender un poco mejor su universo.