El artista Javier Parrilla (Sevilla, 1975) presenta en la Galería Fúcares de Almagro (Ciudad Real) ‘Soul of things’ hasta el 20 de junio, un recorrido íntimo por sus últimos trabajos. Esta muestra supone su primera incursión fuera de Andalucía, donde nos propone dar rienda suelta a nuestra intuición para interpretar las claves que nos ayudarán a comprender pequeños detalles cotidianos que pasan desapercibidos.
Paloma Soriano. Perteneces a la llamada “nueva generación” de pintores sevillanos emergidos en torno al año 2000, gente como Rubén Guerrero, Ramón David Morales, Cristóbal Quintero, José Miguel Pereñíguez, Miki Leal, Fer Clemente, María José Gallardo o Norberto Gil que encontrasteis en la pintura un camino donde hallaros y desenvolveros. ¿Qué significa la pintura para ti? ¿Por qué la pintura como medio?
Javier Parrilla. La pintura para mí es algo natural, un juego que se confunde con la vida en muchas ocasiones. Las experiencias, intereses o afinidades estéticas de cada momento encuentran en la pintura su escenario. Aunque no deja de ser una estrategia en sí misma que puedes controlar, te lleva siempre por caminos desconocidos, que aparecen azarosamente en el acto de pintar y que en mi caso se van filtrando y ordenando en un complicado proceso de construcción de sensaciones. La pintura te ofrece mucha libertad en esto, todo es inesperado en cierto modo, tiene que suceder y en ese recorrido desvela su código, un lenguaje de una eficacia sorprendente, cargado de connotaciones e información trascendente, ajena a la representación.
P.S. No es casualidad que de las generaciones de artistas salidos de la Facultad de Bellas Artes que van incorporándose al circuito, muchos jóvenes se decanten por la pintura. ¿Crees que la ciudad posee su propia tradición pictórica?
J.P. La Escuela Sevillana de pintura ha destacado por sus aportaciones, en especial en el siglo XVII, y en un tono más local desde el Romanticismo a nuestros días. Hablar de “Escuela Sevillana” hoy en día se hace complejo desde la asimilación de las vanguardias internacionales, y mucho más a partir de los años 80, pero sí entiendo una especial atención o manera de entender la pintura y su ejecución. Podríamos hablar de un profundo conocimiento de la tradición y sus maneras que ha superado cuestiones académicas, pero que es consecuencia directa.
P.S. En aquellos primeros años, recién salidos de la facultad, tú estuviste siempre en contacto y trabajando de manera cercana a la ‘Richard Channin Foundation’, observaste todo lo que aconteció en esos efervescentes momentos, me refiero no solo a la RCHF, sino también a ‘Sala de eStar’ que vino a continuación ¿Cómo viviste aquellos primeros pasos de esa generación en el mundo artístico, digamos que del año 2000 al 2006?
J.P. Era una época muy divertida, había ilusión y ganas de hacer cosas en respuesta a un cierto inmovilismo. Participé en varias exposiciones y disfruté de algunas de aquellas reuniones, que en sí eran arte relacional, una especie de fenómeno que supo entender y asociar costumbres y comportamientos de la ciudad con el arte contemporáneo, sin más pretensión que compartir intereses y pasar un buen rato. Se generó una nueva cultura del evento, no eran inauguraciones al uso, había comidas, música y sobre todo un ambiente nuevo que desmitificaba las estructuras relacionadas con el arte.
P.S. Si ampliamos las miras ¿Qué opinión tienes del panorama artístico andaluz actual?
J.P. No tenemos mucha perspectiva para valorar lo que está pasando, pero la sensación es que no hay una estructura. El número de galerías con proyección en ferias es muy reducido, y los artistas y gestores se han visto obligados a generar nuevos espacios y proyectos, que desde la actuación y divulgación en redes sociales hacen una labor destacable. Pero se nota falta de atención en las instituciones. La cultura no se entiende como algo de prestigio y como un modelo de evolución.
P.S. Has expuesto en varias ocasiones de manera individual en Sevilla (Galería ‘La Caja China’, 2000, 2007, 2010, 2014), pero ‘Soul of things’ en la Galería Fúcares de Almagro es tu primera propuesta fuera de Andalucía… ¿En qué medida crees que es importante para un artista proyectarse a nivel nacional?
J.P. La necesidad de la proyección es innegable para crecer como artista, medirse en escenarios cada vez más grandes te hace esforzarte aún más, aunque el artista tiene pocas herramientas de promoción reales al margen de los concursos, que exigen un trabajo extra a la propia creación en la redacción de proyectos. A esto se suma que la pintura no tiene armas para competir con otras manifestaciones más espectaculares o eficaces en el plano de la comunicación.
P.S. Eres un artista reflexivo y poco dado al protagonismo, siempre te has mantenido como en un segundo plano, sueles pasar desapercibido… Aunque tienes ya un currículum pródigo y varias individuales a tus espaldas, muy pocos te conocen fuera de Sevilla…
J.P. Supongo que algo estaré haciendo mal… La visibilidad es consecuencia de cumplir muchos requisitos que demanda la escena artística. Mi proceso de trabajo o el modelo de artista que represento hace que todo suceda a un ritmo lento. Para mí la pintura es muy difícil, requiere tiempo y mucho trabajo. Por otra parte no entiendo el protagonismo como un valor sino va acompañado de un trabajo comprometido.
P.S. El circuito sevillano peca en muchos casos de localista y endogámico ¿Por qué crees que ocurre eso? ¿Cuál sería una posible solución?
J.P. Sevilla es una ciudad con una estructura cultural cautiva de sus tradiciones. El arte contemporáneo tiene que convivir con manifestaciones populares, en un mismo escenario. La modernidad se ha entendido a veces como un ataque a la ciudad, desde una postura de “ritualización” de ciertos valores del pasado, esto confunde mucho. El comportamiento de las nuevas generaciones tendría que ser la solución natural, pero hay que hacer del arte algo atractivo, que ilusione…
P.S. En esta exposición presentas tus últimos trabajos, ¿qué destacarías de esta nueva producción? ¿Ha cambiado algo en tu pintura? ¿Cómo has evolucionado en los últimos años?
J.P. Hay más orden, pero todo se ha complicado mucho a nivel iconográfico. Cuando intentas reducir y concretar, la pintura plantea su propio lenguaje o código, que escapa de lo representado ofreciendo nuevas sensaciones que no controlas. Lo que antes eran sospechas sobre los límites de la superficie pictórica, o simples referencias al cuadro dentro del cuadro, se han convertido en tema central. Siempre he trabajado del mismo modo, partiendo de cero y dejando que sucedan cosas que en proceso continuo de selección van cerrando cada trabajo. Por lo general no tengo proyecto de cuadro o una idea cerrada, sí intereses y referencias culturales que se manifiestan de un modo caprichoso. El recuerdo de un paisaje o un fragmento y el intento de representarlo da lugar a un juego en el que la pintura se manifiesta y va generando la necesidad de una solución u otra. Esto me lleva a construir a la inversa, intentando poner en valor esas sensaciones. Este "no método" que te obliga a tener que solucionar muchos problemas.
P.S. Si observamos tus motivaciones como artista ¿Cuáles son los pintores en los que te fijas? ¿Qué te interesa de la pintura y del arte?
J.P. Admiro a muchos artistas, cada vez son más y muy diferentes. Desde las figuras históricas a los pintores ocasionales. Me refiero a ciertas manifestaciones que usan la pintura o los objetos sin intención artística, aprendo mucho de estas representaciones accidentales de carácter popular o folclórico, a veces relacionadas con oficios artísticos; sin ninguna pretensión me aportan maneras o fórmulas con mucha información añadida, que complementan el análisis de la tradición pictórica culta. De la pintura o del arte me interesa esa capacidad de lenguaje autónomo, que trasciende a lo representado y que hace posible visiones nuevas o respuestas, ajenas a otras disciplinas de conocimiento.
P.S. Sabemos que eres un gran aficionado a la música. De hecho, el título de la muestra está tomado de un disco del compositor Tomasz Stanko. ¿Representa la música en tu obra una fuente de inspiración?
J.P. El título ‘Soul of Things’ responde a una coincidencia de sensaciones entre la música y mis trabajos, un estado de ánimo similar, de búsqueda y descubrimiento. Siempre trabajo con música, de algún modo llena el ambiente de belleza y orden, eso lo hace todo más agradable a la hora de trabajar, aunque creo que en mi obra no hay música de un modo explícito, no es tema de mi obra, me gusta que la pintura hable de pintura.
P.S. Con respecto a Norberto Dotor, director de la Galería Fúcares, ambos sois muy aficionados también al flamenco, al igual que otros artistas cercanos a ti como el propio Miki Leal o Juan del Junco. Curiosamente, las afinidades van más allá de los cuadros…
J.P. Si, a Norberto lo conocí personalmente por el flamenco, y nos ha permitido compartir momentos muy especiales junto con otros artistas. Desde siempre he escuchado flamenco, atraído por algo que no llegaba a entender. Representa un universo muy mágico, de gran complejidad y lleno de misterio y exotismo. Me interesa su valor de transmisión y el concepto de ceremonia, en esto es muy parecido a la plástica, y del mismo modo es muy importante no tener prejuicios ni complejos para comprenderlo. De este modo la afición al flamenco, el gusto por la arquitectura o la artesanía nos permiten una relación muy enriquecedora, que complementa a lo que podríamos llamar el tema de los cuadros.
P.S. Para terminar, ¿podrías decirnos en qué proyectos andas embarcado a corto y medio plazo?
J.P. Después de una individual siempre te quedas como vacío y con la necesidad de reinventarte, de volver a empezar. Quiero desarrollar algunos caminos, apenas trazados en mis últimos trabajos mientras tanto. A corto plazo trabajo dando forma a una carpeta de serigrafías y en un proyecto de escultura en la Sierra de Huelva.