SONIA ESPIGARES > Forest grove
Colectivo Imagen - Fuengirola (Málaga)
Hasta el 6 de junio de 2016
Existe, desde el siglo XIX, potenciado por el sentimiento romántico, una lectura radical del paisaje en su relación con el individuo. Si ya desde la época de Correggio y Patinir la figura humana empieza a dejar paso al vasto paraje que lo rodea, fueron los románticos quienes, tomando el testigo de éstos, potenciaron esta ruptura presentando al sujeto moderno como alguien enajenado incapaz de ocupar el lugar que en el pasado estaba destinado a él. Una cuestión que se hace evidente en las composiciones de estos paisajistas haciendo uso de distintas estrategias entre las que destaca la poca importancia de la escala humana. Culmen de este episodio es el archiconocido cuadro de Friedrich 'El monje a la orilla del mar' de 1809, donde este personaje se pierde ante la inmensidad de la naturaleza que el genial pintor presenta en torno a él. Una escisión con la naturaleza que conviene rastrear, como dijeron, entre otros, poetas como Holderlin, Keats o Novalis, en una especie de traición con la que el sujeto moderno trata de castigar el anima mundi natural. Esto es producido por el giro antropocéntrico que otorga al ser humano, haciendo uso de la ciencia, la potestad de dominar todo lo que lo rodea.
Así, todo esto dicho grosso modo, se puede delimitar una línea de trabajo, en el ámbito artístico en torno a la imagen, que se posiciona frente a esta problemática. Una diatriba que comienza siendo campo exclusivo de la pintura y que, poco a poco, y debido a la explosión tecnológica, es abordado del mismo modo por el ojo fotográfico; un trazado donde se vinculan paisajistas como el antes mencionado Friedrich o Turner y que termina con el trabajo más reciente de autores como Bleda y Rosa o Thomas Struth, entre otros.
Es en este marco donde se pueden encuadrar las fotografías de Sonia Espígares (Sevilla, 1987) en el espacio del Colectivo Imagen en Fuengirola. Se trata éste, de un lugar muy interesante enfocado al ámbito de la fotografía, y que de la mano de David Villalba, responsable de las exposiciones, permite acercarse al trabajo de algunos de los fotógrafos noveles más destacados dentro del panorama nacional y andaluz. Así ha podido verse allí el trabajo de artistas como Tiago da Cruz, David Catá o Manolo Espaliú.
Volviendo a la exposición, y en palabras de Sema D'Acosta, autor del texto de sala, la imágenes de Sonia Espígares «tienen la capacidad de vincular al hombre con la Naturaleza de un modo extraño y desajustado». Una sentencia que viene a enfatizar esa siniestra relación, antes mencionada, que parece existir entre el uno y el otro, capaz de reflejar una tensión en lo que se ve debido a la considerable importancia que el medio natural posee con respecto a la figura humana. La fotógrafa, haciendo uso de teleobjetivos, busca captar el instante preciso dentro de la cotidianidad; un modus operandi que nos traslada a lugares familiares, algunos de ellos vinculados al ocio, y a otros un tanto más extraños e inquietantes, mostrando paisajes tenebrosos y violentos donde el individuo ha sido desplazado fuera de la escena. Aparece, del mismo modo, una tensión entre la serenidad y placidez que, a primera vista, poseen las fotografías pero que se rarifica cuando presenciamos la banalidad y el hastío de las situaciones que se nos ofrecen al intentar entablar un diálogo con ellas. Una relación que nos lleva por un camino desasosegante, incierto, que se potencia por el hermetismo de la fotografía pero también por la posibilidad de imaginar un continuum en el relato que allí se presenta.
Cabe destacar, dentro de esta visión, dos fotografías presentadas a modo de díptico, ‘Arroyo’ y ‘Camino’, ambas del 2012, donde esta radical puesta en escena de la naturaleza parece poner el colofón a la relectura del paisaje que está en el centro de la preocupación de la artista. Vemos enfatizadas en ellas la imposibilidad de retorno, de volver a una cierta armonía y horizontalidad pasadas entre el hombre y la naturaleza que los románticos atribuían a la Antigüedad; esto es algo que parece abocarnos a un trágico final, un Apocalipsis en toda regla del cual el ser humano será único responsable.