En el versículo veinticuatro del Génesis se recoge el pasaje que narra la expulsión de Adán y Eva del Edén, según las grandes religiones monoteístas, un jardín creado por Dios para el confort del hombre. En él, este tiene a su disposición tantas plantas y animales como desee, un lugar en el que no existe dolor, vergüenza ni mal alguno, salvo una limitación: no comer del fruto prohibido. El bocado a la manzana por parte del hombre, será el desencadenante que provocará que Adán y Eva sean expulsados del mismo. ¿Hacia dónde? A las afueras, a la otredad, a lo desconocido, a lo anónimo. Este pasaje es una de las referencias más importantes de la historia al concepto “afueras”, ya que ha creado todo un imaginario a lo largo de la historia del arte en el que se evidencian a la perfección sus connotaciones negativas.
El deseo, ese interés provocado por la simple posesión de algo, de entre todo lo disponible. Ese deseo visible en unos pájaros de papel que manifiestan las ganas de volver al lugar del que saliste, esa crisis provocada por el deseo de un cuerpo que ansias poseer y esa sensación de vacío por no manifestar tus deseos carnales y amorosos. En las afueras no solo es el contexto, también es el estado, la sensación y la situación personal. La cotidianeidad del entorno suburbano de una ciudad cualquiera es el lugar empleado por Juan López López (La Rambla, Córdoba, 1980) para situar ‘En las afueras’, su último proyecto expositivo, seleccionado por el programa Iniciarte 2014 para ser expuesto en su espacio de Córdoba.
Aunque su producción artística siempre ha sido multidisciplinar -instalación, fotografía y música entre otros registros- en los últimos años, el autor se ha vinculado al videoarte, mostrando siempre en sus obras una especial atención por los temas sociales, políticos y de identidad del individuo.
Lejos de ser una representación realista al uso y mucho menos narrativa, esta exposición es un conjunto de puestas en escena en las que no se cuentan historias, ya que carecen de una continuidad espacio-temporal. Lugares cotidianos en los que se desarrollan conflictos provocados por la incompatibilidad de tres parejas anónimas de tres generaciones distintas que se combinan de manera alternativa, creando una serie de fragmentos que juegan con la subjetividad del espectador, invitándolo a inventar una historia que realmente no se sabe si existe o no. Con respecto al montaje y la edición, sí se percibe un delicado cuidado del espacio, el color y el sonido por parte del artista, dando lugar a una serie de registros sensoriales que hacen muy atractivo el resultado videográfico. La fuerza expresiva de algunas escenas recuerda a la delicadeza visual del cine de Michelangelo Antonioni, del que se perciben algunos rasgos notorios a lo largo de la pieza, entre los que destaca la sutileza del montaje que va más allá de las connotaciones sociales, políticas o históricas del momento, para rozar cotas de lo utópico, como dijo el propio Roland Barthes sobre la obra del cineasta italiano (1).
Los espacios en los que se desarrollan las escenas son lugares inventados mediante una recreación totalmente ficticia. De esta manera se muestran contextos simbólicos que provocan una interesante deslocalización geográfica, pero que suscitan en el observador un molesto interés por descubrirlos a fondo. Lejos de convencionalismos ya establecidos, esta obra se mantiene en la delgada línea que separa el largometraje del documental y de la pieza de videoarte, dando lugar a un estilo personal y novedoso caracterizado por esa mirada fría y lejana que no se acaba de acercar a la representación realista como tal. ‘En las afueras’ no solo sitúa a los personajes en los márgenes de la estabilidad emocional, sino que también obliga al espectador a mantenerse activo para no perder detalle.
El propio montaje museográfico, está creado entre dos grandes espacios audiovisuales: uno móvil, en el que transcurren la acción y otro prácticamente inmóvil, en el que se proyectan planos fijos de lugares en los que se lleva a cabo la propia obra. Esto crea una dualidad de ritmos que altera la atención del espectador de una manera peculiar, invitando a contemplar lo pausado de la ciudad frente a lo dinámico de la imagen en movimiento cargada de registros y texturas sensoriales.
(1) Roland Barthes: "Querido Antonioni", Cahiers du cinéma. Mayo de 1980.