SOLEDAD SEVILLA > Variaciones de una línea, 1966-1986
Centro José Guerrero y Casa Horno de Oro - Granada
Hasta el 27 de septiembre de 2015
El Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid fue fundado en 1966, tras un acuerdo firmado con la empresa IBM. La gran multinacional cedió a la Universidad una serie de calculadoras, hoy “prehistóricas”, que vendrían a acelerar los procesos numéricos y por tanto, revolucionarían las áreas del conocimiento científico y tecnológico en la universidad española. Pero la repercusión de dicho convenio iría más allá de los campos para los que en principio fue destinado. Se celebraron, por ejemplo, varios seminarios que indagaron en el uso de estas nuevas técnicas aplicadas, entre otras disciplinas, a la lingüística, la arquitectura, la enseñanza y el arte. Soledad Sevilla (Valencia, 1944), una de las pocas integrantes femeninas de dichos encuentros, comenzó a profundizar en aquello que algunos ya denominaban "racionalización del proceso creativo". Tras 49 años dedicados a la exploración del espacio y el estudio geométrico, el Centro José Guerrero dedica una exposición monográfica a sus dos primeras décadas de producción, una muestra que parte de sus primeros devaneos con la abstracción geométrica y que progresivamente nos conduce a obras de mayor calado y madurez.
La serie de dibujos realizados entre 1966 y 1980 abren la exposición. Estos son los inicios experimentales de Soledad, tanto es así que la artista ni siquiera los considera obra finita, pues no son fruto sino germen de lo que vendría en el futuro, y su valor reside precisamente ahí: en el origen. Sobre una red de cuadrículas superpuestas que giran sobre sí mismas -impresas sobre papel vegetal o hechas a mano- Soledad dibuja motivos reiterados. En estos primeros bocetos el tema ha desaparecido, no existe alusión emocional, y sin embargo, los ritmos, las relaciones que se establecen entre unas líneas y otras, entre el fondo y la figura acaban configurando un lenguaje mántrico ilimitado. La línea es la clave, pues recorre lugar y tiempo creando formas infinitas que nos invitan a una contemplación profunda. Podemos entrever en estos estudios previos cierta timidez o respeto hacia las inmensas posibilidades que la geometría ofrece al arte, un ámbito que ha sido históricamente estudiado y que, encontrándonos en Granada, nos retrotrae a los antiguos motivos ornamentales de la Alhambra.
Estas primeras aproximaciones a las matemáticas, el ritmo y la línea comienzan a fraguar entrados los años 80, momento en el cual Soledad inicia la serie de `Las Meninas´, una reinterpretación de la famosa obra de Velázquez. El espacio es el protagonista absoluto, la presencia humana ha desaparecido quedando solo los perfiles oblicuos del taller en el que Velázquez inmortalizó a la familia real. Pero el interés reside en la construcción del mismo: sobre un lienzo de dos metros de ancho por dos metros de largo, Soledad Sevilla va superponiendo de manera irregular tramas reticulares de diferentes colores, lo que recuerda a la acción de tejer. La artista consigue generar efectos tridimensionales jugando con la luz y las sombras. De este modo, dinamiza la construcción arquitectónica que es, por definición, estática. Los colores vibrantes de esta serie luchan por salir a la superficie y desde su profundidad nos hablan de la potencia palpitante de aquella estancia. Los perfiles oblicuos, el tamaño de las obras y la pintura llevada hasta los límites del lienzo hacen que el habitáculo cobre vida y quiera crecer en todas las direcciones.
Sus indagaciones sobre el espacio continúan en la serie `La Alhambra´. A principios de los años 80, Soledad se alojó en la residencia del carmen de la Fundación Rodríguez-Acosta, lo que hizo que estrechase lazos con la ciudad, y más aún con el gran monumento nazarí. El Cuarto Dorado, el Patio de los Arrayanes y el de los Leones se convierten en los tres entornos elegidos. La imagen espéjica es el fundamento de esta serie. Por un lado, tenemos el reflejo de la arquitectura en el agua -una visión muy característica de los patios con alberca-, y por otro, las imágenes simétricas divididas en dos lienzos. En éstas últimas, Soledad genera espacios que trascienden el soporte. Vuelve a construir superponiendo retículas, pero en este caso, se detiene pausadamente en los puntos de luz y sombra que originan perspectiva. De hecho, si nos acercamos demasiado a estas pinturas solo observaremos esa especie de tejido conformado por capas y capas de cuadrículas, pero si nos alejamos, la luz actúa y el tema toma dimensión, pudiendo observar, sin mucha dificultad, un pórtico columnado cuyo vértice converge en un punto intermedio entre la pareja de lienzos, más allá del plano bidimensional. Algo hay de Op art en esta serie, pues la perspectiva que percibimos no es más que un juego óptico.
Nuevamente, una estancia moruna: el patio de la Casa Horno de Oro, en el antiguo barrio de Axares. Allí encontramos la instalación `Casa de Oro´ (2015) que cierra la exposición. Soledad ha desplegado en este patio múltiples planos paralelos de hilos de cobre que caen hasta el suelo. Cuando el sol o la luz artificial incide en ellos, el patio se tiñe de reflejos dorados, un color muy asociado a la cultura árabe. Sin embargo, y aunque la idea está en sintonía con el resto de sus investigaciones, la instalación no ha sido bien resuelta desde el punto de vista técnico. El suelo del patio ha sido cubierto por una tarima naranja que en el centro presenta un gran rectángulo negro, una especie de trampantojo que simula el agua oscura de una alberca y que pretende reflejar el alzado del patio. Y digo “pretende” porque todo ha quedado en mera intención. También resulta inconveniente la pesada malla de rombos metálicos desplegada entre el primer y el segundo piso que sustenta las cortinas de hilos de cobre. Ésta interrumpe visualmente el discurso propuesto por la artista y el encanto de la arquitectura árabe. Los medios técnicos que arman la instalación resultan excesivos e invasivos. Suerte es que la fauna del patio, arañas y mosquitos principalmente, se esté apoderando de la instalación: tejiendo sus telas entre los hilos de cobre, revoloteando a su alrededor,... y esto, además de otorgar un nuevo e inesperado valor a la obra, nos hace contemplarla de otro modo.