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Casa de la Provincia - Sevilla
Hasta el 24 de mayo de 2015
De todo el horror posible que puede desatar un conflicto bélico, el de una guerra civil es especialmente traumático. Es de un carácter más emotivo y visceral si cabe, familiares, amigos y vecinos enfrentados que buscan la destrucción de su prójimo, los motivos ideológicos sirven de excusa para cobrarse viejas rencillas y las distintas facciones -a menudo sirviendo como peón de intereses extranjeros- buscan la completa eliminación de su adversario. En el caso español, fue la culminación de un largo proceso de descomposición fraticida que comenzó con la invasión francesa. De esto dio Goya profética y amarga cuenta con su ‘Duelo a garrotazos’ (1819).
Para finales del mismo siglo en que Goya realizara sus ‘pinturas negras’, ya se habría inventado la cámara fotográfica y la composición alegórica había dado paso al objetivo, veraz descriptor de la realidad. El avance tecnológico proseguía y para cuando dio comienzo la Guerra Civil Española, las pesadas cámaras de placas, tan características por sus estáticos panoramas de la guerra de Crimea o la civil estadounidense, daban paso a las ligeras Leicas de 35mm. La nueva filosofía del medio quedó perfectamente retratada con la famosa frase de Robert Capa «Si tu foto no es lo bastante buena, es porque no te has acercado lo suficiente». La imagen fotográfica se llenó entonces de vida y de movimiento, pero también de dramatismo.
A diferencia de Capa, Agustí Centelles (Valencia, 1909 - Barcelona, 1985) no era un romántico aventurero, ni un luchador por la libertad -aunque siempre demostró una fuerte convicción y compromiso con unos ideales libertarios-, como la mayoría de los españoles, se encontró con la guerra en la puerta de su casa sin haberla buscado; a Centelles fue dado estar en aquel momento y lugar, con los conocimientos, medios y sensibilidad necesarias para dejar algunas de las imágenes más memorables del conflicto. Desde muy joven sintió atracción por la fotografía, entrando con quince años en la Agrupación Fotográfica de Cataluña, trabajó a partir de entonces en diversos estudios hasta establecerse independientemente. En muchos aspectos fue un innovador en su profesión, endeudándose para adquirir la segunda Leica que se vendiera en España y buscando conocer, a través de diversas publicaciones, el trabajo de sus compañeros alemanes y rusos, que en aquel entonces estaban a la vanguardia de la investigación sobre el lenguaje formal fotográfico.
La guerra cogió a Centelles en Barcelona, allí desde el primer momento del alzamiento fotografió los disturbios, consejos de guerra y primeros movimientos de tropas, posteriormente fue enviado al frente de Aragón, desde donde realizó numerosos viajes de ida y vuelta a su estudio barcelonés para revelar los carretes. Fue testigo de la batalla de Belchite, la toma de Teruel o el bombardeo de Lérida; en 1939 tuvo que replegarse hacia Gerona y luego cruzar a Francia donde fue retenido en un campo de concentración. Durante todo este difícil viaje cargó con una voluminosa maleta que luego se haría famosa, en ella llevaba más de cuatro mil negativos -toda la obra que pudo cargar- y varias cámaras; una vez liberado dejó la maleta a buen recaudo en la buhardilla de unos amigos de Carcasona que lo acogieron. Allí permanecería escondida hasta 1976, año en el que, tras la muerte de Franco, fue seguro traerla de vuelta y positivar de nuevo los negativos. Centelles, al retornar a España en 1946 y debido a su militancia política, le fue prohibido volver a dedicarse al fotoperiodismo, entonces pasa a trabajar en el campo de la fotografía industrial y publicitaria, actividad en la que se ocuparía durante toda su vida. En 1984, un año antes de su muerte, recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas, justo reconocimiento para alguien que había dado tanto por retratar, con tanto esfuerzo, las horas más bajas de su pueblo.
Esta muestra, expuesta en la Casa de la Provincia con la colaboración de la Fundación Pablo Iglesias, es una exposición antológica de especial relevancia por la rigurosidad con la que se ha confeccionado, cada una de estas fotografías han sido positivadas a partir de los negativos originales; en ella contemplaremos algunas de las más icónicas imágenes de la Guerra Civil. Como en un libro de historia, o tal vez como en una película documental, serán presentadas las diversas fases del conflicto cronológicamente, desde los primeros momentos de confusión generalizada tras el golpe, hasta el campo de prisioneros donde estuvo recluido; por ello será fácil dejar volar la imaginación y trasladarse a aquel momento histórico; empatizar y sentirse consternado por los avatares de sus protagonistas. Cada fotografía ha sido acompañada de una cartela donde se explica con detalle su contenido y trasfondo, aparte, encontraremos vitrinas con documentos originales relacionados con Agustí Centelles, periódicos nacionales y extranjeros de la época o incluso las cámaras personales del propio fotógrafo, cedidas por su hijo Octavi, encargado de la protección y difusión del legado de su padre.