JOSE LUIS PUCHE - JESÚS ZURITA > Golpe y dejadez
VICTORIA MALDONADO > Labra perfida
Casa Sostoa - Málaga
Hasta el 14 de febrero 2016
Requiere cierta práctica y madurez atrapar la magnitud de la existencia hasta reducir su gravedad y colocarla en el salón, sin que desentone con los cojines. Conseguir domesticar la muerte, lo fatal y lo caprichoso hasta convertirlos en animales de agradable compañía resulta casi imposible. Sin embargo, en Casa Sostoa se han instalado unas cuantas montañas, moscas y accidentes de tinta y carbón graso, donde la plenitud y el vacío dialogan de manera armoniosa. Se miran de frente las obras de José Luis Puche (Málaga, 1976) y Jesús Zurita (Ceuta, 1974) en el proyecto ‘Golpe y dejadez’, donde el primero pone la contundencia y el segundo la sutileza -no menos violenta- de las leyes naturales.
Pedro Alarcón, propietario de Casa Sostoa y comisario de la exposición, nos explica que ambos artistas trabajaron teniendo en cuenta las irregularidades de la casa, cada ángulo y perspectiva a la hora de situar y realizar -en el caso de la intervención mural de Zurita- cada pieza. El montaje de la muestra propicia el intercambio de miradas, e incluso el solapamiento de unas obras con otras, como si la casa se doblara en un juego visual de papiroflexia. Todo está cuidadosa y científicamente medido. Por una parte, “el golpe” describe la forma de trabajar de Puche, cuyas imágenes selecciona y compone de forma estudiada antes de iniciar el proceso de dibujo. Con la pieza ‘Luverne’ (2015-2016), la brutalidad queda materializada de forma evidente: coches siniestrados y cristales rotos componen una escena donde reina la confusión. Frente al caos de la imprudencia humana surge como respuesta ‘Auch-videsen’ (2015), donde el malagueño representa a un hombre y una mujer rendidos ante la majestuosidad de una cordillera. Junto a ella, al doblar la esquina, se asoma “la dejadez” de Jesús Zurita con el dibujo ‘Apoyo y escozor’ (2016), que funciona como antítesis de la imponente montaña, pues en esta ocasión lo diminuto se convierte en grandioso y los detalles casi imperceptibles de la vegetación consiguen enredar a quien observa. En palabras de Alarcón, «Lo que principalmente tienen en común los dos artistas es la rotundidad, el fuerte peso visual dado por el uso del negro en los dibujos».
Del salón al estudio de Casa Sostoa se encuentra la intervención mural de acrílico y tinta ‘Espera’ (2016), que extiende su músculo acuoso sobre las paredes de la estancia. El color rojo parece palpitar con toda su fuerza en el corazón de la muestra, donde Zurita da sentido y oxigena hasta el último capilar de la casa. A la derecha, ‘Golpe y dejadez’ encuentra su ocaso junto a la ventana: las obras ‘Fruta’ (2015), y ‘I belong here’ (2015), de Jesús Zurita y José Luis Puche respectivamente, hacen referencia a la degeneración -tanto física como espiritual-, de la existencia.
A la izquierda, una puerta se abre hacia la promesa dudosa de lo eterno. Victoria Maldonado reflexiona sobre la perdurabilidad del arte, su verdadero valor y trascendencia a través del proyecto ‘Labra perfida’. Esos “labios pérfidos”, traicioneros -que bien podrían parecer las fauces carnívoras de una venus atrapamoscas-, son piezas de porcelana esmaltada, con formas que en ocasiones se asemejan al sexo femenino. Además, el hecho casual de que una parte de la instalación esté situada sobre la cama del dormitorio de invitados, ayuda a afianzar la idea equívoca (o no) de que estamos ante los restos de un amor espinoso, peligroso, o la propia infidelidad. Sin embargo, su autora explica que las formas resultantes son totalmente azarosas, y el título atiende al engaño y la obsesión por catalogar lo nuevo siempre desde lo que ya conocemos, desde la apariencia y mediante la asociación con el pasado. Por ello también encontramos dibujos de tipo científico e incluso una escultura protegida por un fanal. Toda una escenografía que invita a creer ciegamente en una obra que ironiza sobre la inutilidad de la metodología más rigurosa a la hora de catalogar lo efímero.
Finalizado el recorrido resulta imposible no reparar en la atmósfera que envuelve las propuestas de estos tres artistas. Casa Sostoa no es solo una casa porque espacialmente tenga las limitaciones propias de una vivienda. Pedro Alarcón marca la diferencia entre otras salas expositivas facilitando la conexión entre el espectador y la obra. Para ello, conversa y explica a sus invitados todo lo referente a los proyectos y sus creadores, propiciando también el intercambio de ideas entre los presentes. Y hay algo más, la experiencia se vuelve audiovisual cuando el visitante repara en la música, una lista de canciones especialmente creada por el anfitrión para la muestra: «A veces la elaboran los propios artistas, y en otras ocasiones la hago yo». Suenan algunos temas de Darkside, Lana del Rey, John Grant, y el último disco de David Bowie, quien casualmente falleció la semana del montaje. Por cierto, también huele a café -que se nos ofreció y declinamos-, otro detalle azaroso que hace de Casa Sostoa un hogar donde lo existencial se diluye en el gesto cotidiano.