Los artistas siempre han sido reflejo de su tiempo. De hecho, las cuestiones socio-políticas siguen marcando la vida y obra de los que una vez decidieron -de forma irrevocable- enfocar aquello que presencian y ven, desde el faro creativo. Entre ellos, existen los que, pase lo que pase, necesitan seguir avanzando, ya sea para que el contexto no les mengüe, o para revisar su obra y que ésta encuentre nuevas posibilidades de desarrollo. Ambos aspectos son esenciales en la exposición que presenta José Carlos Naranjo (Villamartín, Cádiz, 1983) en la Galería Birimbao de Sevilla. Ésta es resultado directo de las recientes seis semanas que entre enero y marzo duró la residencia artística concedida en Londres, gracias al Griffin Art Prize 2014, premio otorgado por la Griffin Gallery con el apoyo de Windsor & Newton, Liquitex y Conté à Paris.

En `Orden y desorden´, el pintor afincado desde hace pocos meses en Inglaterra, retoma el elemento que protagonizó en 2012 su primera muestra individual en la misma galería y que tomó el título de `Caprichos y disparates´. Tal es Francisco de Goya, uno de los padres de los cambios artísticos del siglo XIX que tanto han marcado la creación durante el siglo XX, y que de forma unánime ha sido considerado un germen básico del arte contemporáneo. Podría pensarse que en tierras británicas, Naranjo se iba a deshacer de esta honrosa influencia, pero nada más lejos de la realidad. En una visita rápida a la National Gallery se topó de bruces con `El hechizado´ (1797-98) una de las seis obras que encargó a Goya el Duque de Osuna, particular que ya abordó en su anterior exposición en Birimbao. Todo comenzó ahí, en ese estímulo, y más aun tratándose de un artista que ya ha demostrado su interés por la revisión de grandes pintores de la Historia del Arte, ya que también su exposición del pasado verano en la Sala Rivadavia de Cádiz, indagaba algo en la pintura de Velázquez o Tiziano.

De esta manera, y a través del estudio de otro de esos seis lienzos, en concreto `Brujos por el aire´, el autor gaditano realiza hasta ocho de las catorce obras que componen la muestra, todas de 2015. Toma de esa escena el denominado gesto de las manos de la figura que se oculta, y justo a la entrada, sitúa `Higa I´ e `Higa II´, en lo que podría ser -al igual que el ademán en sí mismo- una forma de encanto supersticioso para espantar los malos augurios. También coge la pintura original al completo y la reelabora en su propio lenguaje, para crear seis -como no- obras tituladas `Últimos vuelos I - VI´. Remasteriza el tema de la brujería y los miedos mediante la incorporación de capas pictóricas que acumulen la experiencia interna del proceso de cada pintura y que hagan sobresalir desde dentro caminos y contrafiguras retroiluminadas en la penumbra con toques de colores vivos. Estas escenas inquietantes y ambiguas, se sostienen siempre en una técnica inconfundible y característica, en la que óleo y superficie juegan pincelada a pincelada, creando obras espontáneas en apariencia, pero ágiles y muy cuidadas.

Esta tendencia a interrelacionar las obras en el espacio, es sin duda otro aspecto importante que ha sabido ir desarrollando Naranjo, no obstante, las piezas que dan nombre a la exposición son tres dípticos: `Orden y desorden I - III´. El título, -de vueltas con Goya- viene además de una ocasión en la que ojeaba en una librería londinense el catálogo de idéntico nombre, de la exposición que el Museum of Fine Arts de Boston ha dedicado recientemente al artista aragonés. Quizá esto dé una idea de la mirada que el artista de Villamartín pudiera tener puesta en la ciudad de Nueva York -no muy lejos de Boston-, donde ya estuvo becado en 2013.

Los dípticos antes mencionados, suponen un elemento de considerable interés en la muestra. Las reminiscencias de su exposición `Ojo por ojo´ son palpables, ya que el artista comenzó a plantear allí la fuerza que conferían estos retos visuales a modo de batallas pictóricas. En los tres dípticos que presenta en la galería sevillana -con seis piezas totales sobre papel- Naranjo apuesta por establecer un juego estético entre imágenes que apelan a lo ordenado o racional, y otras que recurren al desorden social. Resultan unas interesantes piezas con fragmentos alusivos a lo que observa en su vida cotidiana, y sin ninguna solemnidad compositiva, más bien con la frescura y aspecto fortuito que le caracterizan, manifiesta otro de sus elementos fetiche: la predilección por mostrar los lenguajes técnicos y expresivos más actuales, como bien puedan ser los tatuajes y los grafiti, presentes de forma velada en sus obras.

Como se observa, su forma de abordar la pintura y las temáticas que trabaja van de la mano. Incluso, como bien muestra su obra `The Key´, se sigue replanteando el papel de las figuras en sus composiciones, a la vez que continúa su preocupación por los fondos construidos capa sobre capa. Todo ello, es síntoma de la evolución de un artista que además toma -como ya se ha desglosado- de forma inteligente elementos de sus exposiciones anteriores para indagar en el camino de su quehacer creativo, y reafirmar la importancia de su modo de pintar, gustoso y meditado.

Quizá sea pronto para dilucidar en qué medida le han influido a Naranjo estos meses en Londres, más allá de -tal como él expresa- la riqueza de materiales y útiles de pintura que le ha aportado la beca. Pero parece evidente que ese viaje que hace despegarse de sus raíces y aumentar las perspectivas, también hace que vuelva a buscar a Goya y su punto analítico tan “español” y supersticioso de la realidad que acontece en nuestro país. Al fin y al cabo, puede que para José Carlos y para muchos otros artistas, este referente concreto sea paradigma de la capacidad creativa inagotable. No es mal ejemplo, teniendo en cuenta que como tantos otros, su futuro está -como ocurría con los brujos- en el aire; tendremos que seguir la pista a donde aterriza este joven artista de proyección ya internacional, si es que alguna vez decide hacerlo…