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ROGELIO LÓPEZ CUENCA: “DEBERÍAMOS EMPEZAR A PENSAR EN EL TRABAJO ARTÍSTICO CON UNA MIRADA QUE DESBORDE LA OBSESIÓN RESULTADISTA”.
por Paloma Soriano Publicado el 09 de Diciembre de 2015

Rogelio López Cuenca (Nerja, Málaga, 1959) lleva toda una vida dedicándose a la creación artística. Su último trabajo, ‘Radical Geographics’ en el IVAM de Valencia, nos muestra los resultados fruto de la colaboración con otros investigadores sobre diversos núcleos urbanos. En esta entrevista nos acerca a su obra y a sus puntos de vista sobre la cultura y el pensamiento artístico.


Paloma Soriano.
Desde los inicios de su carrera ha trabajado con el concepto de ciudad y espacio público, realizando intervenciones urbanas. En la mayoría de los casos, éstas se traducen en vallas publicitarias, como ‘Bemvindos’ (1996) en Oporto, o ‘Bibrramblabookburning’ (2014-2015) en Granada, la más reciente. ¿Qué proporcionan a su obra que hace que las utilice en repetidas ocasiones?

Rogelio López Cuenca. Cuando nos enfrentamos a una obra de arte en un museo, en una galería, pero también en la calle, encima de un pedestal o en una “noche en blanco”, siempre lo hacemos con una actitud especial, porque nos encontramos ante un objeto, una imagen o una experiencia “aparte”. Como cuando vemos una película en el cine: sabemos que eso no es la realidad. Sin embargo, en otros contextos, fuera del museo o de la sala de exposiciones, o del “barrio de las artes” o de la “noche en blanco”, nuestra actitud de espectadores no está predeterminada. Que un signo -visual o verbal, una acción o una imagen- sea interpretado inmediatamente como arte merma sensiblemente su potencialidad política, en el sentido de su capacidad de intervención social. Dicho esto, hay que defender también la existencia de esos otros espacios de exposición donde puede, o debería, tener lugar una contemplación, una lectura más detenida. Lamentablemente, lo habitual es que se pasee por el museo con la misma actitud que ante los escaparates de las calles del centro.

P.S. ¿Cree que el espacio público es un buen puente para expresar ideas artísticas y que lleguen de una manera más directa al espectador?

R.L.C. No hay que confundir el espacio público con la intemperie. Hay mucho arte “al aire libre”, pero no se hace arte público solamente con sacarlo a la calle, y menos si esa calle está en un “barrio de las artes” o se está celebrando un evento “artístico”, en cuyo caso la calle no es sino una versión “expandida“ de la sala de exposiciones; sólo que en este caso, “la tienda del museo” es más grande que el museo mismo. Creo que estas intervenciones tienen sentido en determinadas situaciones y condiciones, de lo contrario no hacen sino echar más leña al fuego de la banalización del arte contemporáneo, el secuestro de los espacios públicos, la especulación inmobiliaria y la “estupidización” de la vida en general.


P.S. Un elemento clave en su trabajo es el lenguaje que emplea, en ocasiones palabras inventadas o combinaciones de letras que a priori carecen de sentido; por poner un ejemplo, las de la Expo’92. ¿Tiene esto algo que ver con su formación en Filosofía y Letras? ¿Qué intenta transmitir con ello? ¿De qué manera es fundamental en su producción?

R.L.C. Bueno, eso es casi la definición del trabajo poético, y por extensión, creativo: un lenguaje, que es común por definición, cuando es utilizado de modo diferente al de su uso cotidiano, sometiéndolo a una tensión no habitual, de modo que esa diferencia resulte produciendo una particular intensidad. Esto vale para la poesía culta y la popular, para el arte conceptual y para el flamenco. Que se trate de un lenguaje verbal o de otro tipo, no creo que implique grandes diferencias, se trata de desviaciones del uso normativo. Claro que… no es una fórmula, una receta, también el desvío, sin más, puede que no logre tener sentido, que no produzca sino ruido. El significado, por definición, es una construcción colectiva.

P.S. Aunque hace uso de lo urbano para exponer algunos de sus proyectos, también está presente en espacios museísticos. ¿Qué aportan ambos espacios a su obra? ¿De qué manera cree que se complementan?

R.L.C. Lo comentaba antes, el museo -como la biblioteca- ofrece la posibilidad de una lectura de otro tipo, menos apresurada que en otros contextos más “ruidosos”, en los que las obras no entran en relación con lo que tú quieras sino con lo que pasa por allí, sea lo que sea. El museo, en ese sentido, es un laboratorio aséptico, ideal para ciertos experimentos, al estar separado del tráfico y el ruido; y también libre de las presiones del mercado o, por lo menos, debería estarlo, que para eso se mantiene con fondos públicos, es decir, de todos. Por eso hay que exigirle que sea independiente de esas dinámicas: un centro de arte no puede hacer lo mismo que una galería, ni exponer lo mismo que ya funciona en el mercado. Eso es un fraude. Aparte de que tiene un efecto muy perverso, pues educa en que el arte que vale es el que cuesta -en euros-, que el único baremo es el mercado, que la única manera de valorar el arte es el dinero.

P.S. Además de ello, investiga sobre el hecho urbano y la evolución de las ciudades, mirándolas desde diversos puntos de vista y realizando una relectura de las mismas. De hecho, ‘Radical geographics’, proyecto que actualmente expone en el IVAM de Valencia, parte de esta idea. ¿Podría explicarnos, por favor, en qué consiste dicho proyecto?

R.L.C. ‘Radical Geographics’ reúne una serie de proyectos, desarrollados entre finales de los años 90 y la actualidad, y que se han actualizado y adaptado al formato expositivo, ya que se trata de trabajos que no habían sido concebidos para ser presentados de esa manera. Es un ejemplo de lo que comentaba antes, acerca de la posibilidad que ofrece el museo de ensayar otro tipo de narraciones, de formalizaciones, de experimentar en ese entorno, digamos, protegido, ya que se trata de trabajos que tenían originariamente como destino la calle, o funcionar como herramientas, ser útiles, no de ser solamente contemplados. Y no se trataba de exponerlos como si fueran cabezas de ciervos, ¿no?, como fetiches o como reliquias de animales o de máquinas que, fuera de allí están vivos, que funcionan, sino de armar con eso otro discurso capaz de reactivarse como punto de partida. Y como ejemplo directo de esa dimensión de utilidad, de uso, a esos trabajos se sumó el más reciente, todavía en proceso, a partir del workshop ‘No/W/here: Valencia’, en el que un grupo estamos trabajando en la elaboración de una cartografía crítica de la ciudad, una especie de “plano para salir de Matrix”, sobre todo centrado en el pasado reciente, los último veinte años, en que Valencia, con la excusa de “ponerla en el mapa” (a base de museos y grandes eventos, incluyendo, como no, una bienal de arte) fue desvalijada de un modo salvaje. Pero también incluimos los focos de resistencia a ese secuestro de la imaginación ciudadana -que subyugada por el espejismo, apoyó a los saqueadores, no hay que olvidarlo, durante dos décadas: las elecciones las ganaban con mayoría absoluta-. Esos movimientos, donde las prácticas artísticas han tenido y tienen un papel crucial, constituyeron una serie de espacios de esperanza que han ido creciendo hasta dar lugar al empoderamiento ciudadano que actualmente vive la ciudad.

P.S. En ‘Radical Geographics’ ha trabajado con otros artistas e investigadores sobre el mapa de diversas ciudades, como Roma, Mataró, Málaga o Valparaíso, a la que ahora se une Valencia. ¿Qué significado tiene para usted la cartografía de un núcleo urbano?

R.L.C. Son más bien, o quieren ser, “alter-cartografías” o “contra-mapas”. Los mapas son representaciones del mundo ideológicamente interesadas, concebidas a la medida del poder, un instrumento para el dominio del territorio y de las gentes que lo habitan… pero la cartografía es una herramienta reversible, porque reúne las condiciones para una poética participativa, porque es alterable, desmontable, con múltiples entrada y salidas, sin principio ni fin preestablecido, donde no existe ni lugar ni dirección privilegiada desde donde leerlo ni cómo recorrerlo… una cartografía crítica, y además de elaboración colectiva, puede ser una herramienta creativa al servicio de la emancipación, de la lucha en común colectiva por la recuperación del derecho a la ciudad.

P.S. Podríamos decir que su producción tiene un fuerte carácter crítico y comprometido con el entorno...

R.L.C. Lo veo como “legítima defensa”. Estamos siendo testigos de la extensión de la voracidad capitalista a todos los ámbitos de la vida; pero también de experiencias de resistencia, de respuesta y de propuestas alternativas… Y lo mismo está pasando en el mundo del arte: nunca antes hubo tantos especuladores y rufianes instalados en el negocio de “la cultura”. El pillaje neoliberal ha visto ahí una verdadera mina de oro. Pero aunque no fuera así, no puede haber una cultura que no incorpore su crítica, es decir, que ponga en crisis el legado que recibe, asumiéndola de modo que haga posible su evolución; de lo contrario, no sería una cultura viva ni crecería, sino una especie de parodia hueca y una permanente misa de difuntos.

P.S. Además de su interés por lo urbano, hay en su obra una crítica al mercantilismo del arte y lo político. Usted es de Nerja (Málaga) y reside allí… ¿Qué piensa sobre la situación actual de Málaga y la apertura de nuevos museos-franquicia?

R.L.C. En una palabra: es una estafa. En dos o tres más: que no tiene nada que ver ni con el arte ni con la cultura, a no ser que consideremos como tal la “cultura del pelotazo”. Con más detalle: me pidieron un texto sobre el asunto -para una exposición titulada ‘Felicidad Museística’- y está on line en varios sitios.

P.S. Es usted el único andaluz, junto con Cristina Lucas, representado por Juana de Aizpuru, quien inició su trayectoria en Sevilla… ¿Qué balance hace de su carrera artística hasta el momento y qué importancia tiene en ella su vinculación a Andalucía?

R.L.C. ¡Glups!, con la identidad hemos chocado. Aquí no sé qué contestar. Creo que hay que implicarse con el sitio en que uno vive, donde estás, independientemente de donde eres. Me he sentido -y esto quiere decir, afectado por las mismas cuestiones que los demás habitantes del sitio, comprometido con ellos- tunecino, romano, defeño (mexicano), y de Barcelona y Sevilla también… Creo que voy a citar a una autoridad, Julia Kristeva: «Seamos de ningún sitio, pero sin olvidar que estamos en algún sitio».

P.S. Para finalizar, ¿podría desvelarnos algunos de los proyectos que tiene preparados para 2016?

R.L.C. Pues tengo previsto seguir trabajando, publicando libros, haciendo exposiciones, alguna intervención quizá, si se concretan las circunstancias propicias… En fin, haciendo arte, entendido como un modo de investigación, de producción de conocimiento, investigando desde tu ámbito de trabajo… Y a este respecto, me gustaría apuntar una reflexión acerca de lo limitante que resulta la centralidad que se le otorga a las exposiciones, a la exhibición de resultados… La Historia del Arte, la Academia, ha construido su relato en torno a hitos, que son las grandes obras, protagonizadas por autores singulares, los artistas geniales. De ese discurso heroico y sus hazañas podríamos irnos desembarazando, con la ayuda, entre otras cosas, de la crítica feminista, pero persiste, actualizado y reavivado por motivos comerciales, por la lógica del espectáculo. Me parece que deberíamos empezar a pensar en el trabajo artístico, o en la cultura en general, con una mirada que desborde la obsesión resultadista y haga hincapié en su carácter procesual y su protagonismo colectivo.


*Fotografías: Elisa Bermejo/IVAM

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PRESENTE CONTINUO - Sevilla (España) - 2015 - ISSN 2444-5231
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