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ENRIQUE MENESES, LA HISTORIA EN PRIMERA PERSONA
por Ismael Ábrego Publicado el 29 de Abril de 2016

 ENRIQUE MENESES > La vida de un reportero
Comisario > Chema Conesa
 
Sala Murillo (Fundación Cajasol) - Sevilla
Hasta el 15 de Mayo de 2016

 

Cuando pensamos en el siglo XX lo hacemos en imágenes, pero no en aquellas surgidas de una fantasía romántica y literaria -como las de la antigüedad clásica-, ni en imágenes heredadas de la iconografía pictórica -como las de la España del siglo de Oro, retratada por Velázquez y Murillo-, sino en imágenes fotográficas. El siglo XX -y en también menor medida el siglo XIX- ha quedado en la consciencia colectiva vinculado a esta técnica: análoga, descriptiva y fidedigna, a la vez que extremadamente manipulable. En cualquier caso capaz de ser reproducida mecánicamente hasta llegar al nivel de paroxismo visual y saturación icónica que caracterizan a la sociedad de la información. Así se ha conformado una nueva mitología popular que coexiste con nuestra tradición cristiana; un inventario de ideas, rostros y eventos que permean desde las artes hasta la política pasando por nuestro propio inconsciente personal.
 
En la aparición de este nuevo Olimpo popular, el fotoperiodismo ha tenido un papel crucial. Antes de él, celebridades y sucesos históricos alcanzaban al gran público únicamente mediante ilustraciones litográficas hechas a mano. Luego, con la aparición de los primeros y aparatosos procesos fotográficos, comenzaron a llegar poco a poco escenas estáticas de lejanos frentes de batalla o fríos posados inmóviles. Sería con la pequeña cámara de paso universal, a partir de los años treinta y de la mano de Robert Capa y Henri Cartier Bresson -entre otros-, que el periodismo gráfico alcanzaría su edad dorada. Es la época de las grandes agencias como Magnum y de publicaciones y revistas gráficas como Paris Match, The New York´s Times o Life Magazine, con sus afamados y paradigmáticos ensayos de William Eugene Smith como ‘Country Doctor’ (1948) o el ‘Spanish Village’ (1950) -reportaje realizado en un pueblo de Cáceres y del que se tiraron veintidós millones de ejemplares entre original y reediciones-.

Hijo de una familia bien, educado y con don de gentes, Enrique Meneses (Madrid, 1929 - 2013) comienza su andadura profesional justo en este preciso momento. Siendo aún muy joven toma un taxi a Linares nada más enterarse de la muerte del torero Manolete; el viaje le saldría más caro de lo que después le pagarían por el reportaje que allí realizara, pero ya dejaba entrever de qué pasta estaba hecho. Meneses era el fotoperiodista aventurero prototípico, de inspiración casi romántica, no tenía tiempo para preguntarse qué debía hacer, actuaba. Queriendo huir de la pesada atmósfera de la España de los cincuenta se va a Egipto, a El Cairo, donde entra en contacto con los círculos de intelectuales y profesionales extranjeros que allí vivían; esto le facilita el poder ser testigo de primera mano de los importantes acontecimientos políticos que allí estaban sucediendo bajo los gobiernos de Nasser y Anwar el-Sadat
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Durante el siglo pasado se forjaron muchos de los mitos más icónicos de nuestros días, uno de ellos fue el Ché Guevara –y en menor medida Fidel Castro- cuya figura irónicamente ha trascendido hasta convertirse en un objeto de merchandising antisistema. Pero a finales de los cincuenta aún no habían llegado a ser lo que después fueron y resistían como podían a las tropas de Batista en las sierras cubanas. Haciendo gala de su disposición aventurera Meneses cambió Egipto por la isla caribeña –se dice que buscando a una prima de la que estaba enamorado que vivía en La Habana-, allí consigue romper el bloqueo de las tropas gubernamentales y ser el único periodista que lograra acceder a las líneas rebeldes, donde fue recibido como uno más. Esto le brindó la oportunidad de hacer un trabajo con el que se señaló internacionalmente; allí logró retratar la intimidad de estos dos personajes y de sus tropas: los momentos de tensión, de duelo, de relajación y de humor; la gestación de una leyenda. Su siguiente paso sería la patria del mito moderno: los Estados Unidos de los sesenta que bajo el gobierno de Kennedy, en plena guerra fría, vivían tiempos de gran efervescencia cultural y política.
 
A partir de este momento su trabajo parece un carrusel de rostros archiconocidos gracias a Hollywood. Un primer plano de Martin Luther King -justo momentos antes de dar su histórico discurso del “I have a dream”- nos da la bienvenida al subir las escaleras y acceder a esta segunda sección de la exposición, otros nombres sobradamente conocidos como Charlton Heston, Bob Dylan, Joan Baez, Sidney Poitier, Marlon Brando, John F. Kennedy, Nikita Kruschev y más le siguen en procesión junto a celebridades españolas de finales de los sesenta como Salvador Dalí o el príncipe Don Juan Carlos así como otros retratos de personajes reconocidos que realizaría durante esta etapa de madurez. Aún daría una sorpresa más dentro de su dilatada carrera marchándose a una edad ya bastante avanzada a cubrir el bombardeo de Sarajevo durante la guerra de los Balcanes.

El buen fotoperiodista es una sombra, está sin estar, donde hay que estar, sabe hacerse invisible y ser paciente, espera su momento; esto es lo primero que se hace evidente al contemplar el trabajo de Meneses. Su mirada es expositiva, directa y sin artilugios, de encuadres sencillos, sin ambages, manierismos ni composiciones complejas; esto la dota de naturalidad y facilita su lectura. Con muy poca imaginación la imagen cobra vida, la sala parece una colección de fragmentos cinematográficos dispuestos para que la mirada del visitante los active; uno casi puede ponerse en el lugar del fotógrafo y ser testigo de la historia haciéndose in situ.

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PRESENTE CONTINUO - Sevilla (España) - 2015 - ISSN 2444-5231
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