Viernes, 29 Marzo 2024
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MARINA VARGAS, VANITAS DE MÁRMOL
por Sara Blanco Publicado el 30 de Diciembre de 2015

MARINA VARGAS > Ni animal ni tampoco ángel

Centro de Arte Contemporáneo - Málaga
Hasta el 10 de enero de 2016
 


D
onatien Alphonse François de Sade, más conocido como el Marqués de Sade (París, 1740-1814), se ha convertido indiscutiblemente en uno de los personajes más admirados y a la vez odiados de la historia del pensamiento humano. El carácter antiético y disoluto de su prolífera producción literaria -que abarcó numerosos géneros como la novela, el ensayo o la poesía- le llevaron a vivir entre rejas gran parte de su vida y a condenar sus escritos a la censura durante años. Visto con perspectiva, hoy se le reconoce como un adelantado a su tiempo que abrió sin tapujos las puertas de la irracionalidad en pleno Siglo de las Luces con sus transgresiones a la moralidad y su exploración de la crueldad humana, teorías que posteriormente sirvieron de andamiaje para gran parte del pensamiento psicoanalista de Freud.

Este espíritu del libertinaje defendido por Sade y otros muchos aristócratas de finales del Ancien Régime, promovía el culto a la concupiscencia y la entrega absoluta al placer quebrantando incluso los límites de la violencia más abrupta. Sin embargo, en cierta forma, recogía un testigo ancestral que ya en la Antigua Grecia era habitual, relacionado con el culto al dios Baco -más tarde Dionisos- donde las mujeres se abandonaban durante días al alcohol y los alucinógenos. La belleza, la fertilidad, el erotismo y la religión conformaban una mezcla demoledora que posteriormente degeneraron en orgías que terminaron siendo prohibidas por el Imperio Romano y doblegadas a la clandestinidad.

Algo de toda esta experiencia mística y ritualista se palpa tras las recatadas piezas en mármol que Marina Vargas (Granada, 1980) presenta en su primera muestra individual en el CAC Málaga. Enmarcada en el programa que el centro propone para el respaldo de los artistas de proximidad, ‘Ni animal ni tampoco ángel’ es una reflexión sobre los conceptos heredados de belleza y libertad, cuestionando los cánones grecorromanos que el hombre ha llegado a normalizar y establecer como verdades dogmáticas. Se trata de una revisión, un crear interrogantes en torno a la pervivencia de símbolos atávicos que han sobrevivido en el tiempo gracias a su transmutación en objetos de adoración, pero también –y quizás más importante- en alegorías de poder.

Como viene siendo habitual en su producción, Vargas se hace eco de nuestra tradición, de nuestros referentes más arcanos, para mostrar el verdadero carácter del comportamiento humano actual. Al igual que los sofismas literarios de Sade, Vargas corrompe los rostros hieráticos del idealismo dejando ver la realidad más visceral que emerge a la superficie en una suerte de erupción incontrolable. Es por eso que, a modo de metáfora artística, el mármol de las figuras clásicas que ella reproduce como tantas veces se hiciera en la escuela de arte, aparece invadido por otro material más imprevisible, casi accidental: el poliuretano expandido. Se trata de una forma de humanizar -o incluso animalizar-, sacar a la luz las emociones, las deformidades, las verdades más ocultas hasta quebrar esa máscara de idealidad inexistente, porque «la belleza será convulsiva o no será», como bien decía André Breton en su novela ‘Nadja’ (1928).

Esta alusión al padre del Surrealismo no es baladí y muchos otros la han utilizado para referirse a la obra de Marina Vargas principalmente en lo referente a la utilización del dibujo a modo de grafía impulsiva sobre sus piezas. Ya lo dejó ver en ‘Noli me tangere’ (2009) o en ‘La Piedad invertida’ (2015), pero lo reitera en esta serie donde el dibujo se convierte en experimentación, deriva y abandono a la imaginación artística. Las “entrañas”, como ella las denomina, se podrían asemejar de alguna forma a la escritura automática utilizada por Breton en la que la mano se transformaba en simple ejecutora de los dictados irracionales del subconsciente.

Por otra parte, la experiencia ritualista, el simbolismo, la dualidad temática y el choque de contrarios implícitos en esta muestra, son recursos permanentes en la obra de la artista desde sus inicios en 2003, con su primera individual -‘Sacrificio’- en el Galería Carmen de la Victoria de Granada. Además, la estetización de la violencia y lo excesivo heredero del barroco andaluz, unido a un cierto interés antropológico, aporta una atracción irresistible a su producción multidisciplinar donde el tema de la feminidad está también muy presente. Ejemplo clarificador es la única fotografía incluida en esta exposición –‘El modelo y la artista’ (2015)-, donde Vargas subvierte la relación falocéntrica instaurada a lo largo de la Historia del Arte. Aquí, la mujer no es una figura pasiva y objeto de deseo, si no que ella es la protagonista de la acción pasional, carnal y erótica frente a la frialdad hierática del venerado ‘Torso Belvedere’ –el modelo- al que se abraza.

‘Ni animal ni tampoco ángel’ es un canto sadiano a la libertad, al triunfo del vicio sobre la virtud y del pathos sobre el ethos. Una exaltación de la dualidad del “yo” y de la diversificación de la identidad humana, pero asimismo es un punto de inflexión sobre la fugacidad de la vida, la relatividad de la belleza y la inexorabilidad de la muerte. Todo un corpus simbólico abierto a la experiencia del espectador, pero con un mensaje latente: tempus fugit.

PRESENTE CONTINUO - Sevilla (España) - 2015 - ISSN 2444-5231
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