JOSÉ MARÍA BÁEZ > Todo es representación
Galerías del Cardenal Salazar - Córdoba
Hasta el 31 de enero de 2015
La pintura es poesía muda, la poesía es pintura ciega. De esta forma parangonaba Leonardo Da Vinci ambas manifestaciones artísticas en su ‘Tratado de la Pintura’. Esta comparación se trata de un debate que desde época romana ha estado muy presente en la historia de las ideas estéticas y del arte. Ambos conceptos se vinculan en las obras que componen la instalación de José María Báez (Jerez de la Frontera, 1949) en la escalera barroca de las Galerías del Cardenal Salazar, unos trabajos en los que la palabra y el pensamiento juegan un determinante papel estructural.
Báez inició su carrera como poeta en 1968, año en el que fundó, junto a Rafael Álvarez Merlo, la Revista Zaitun, que dejó de publicarse tras seis números en 1969. Ya bien entrados los años setenta, abandona (nunca definitivamente) la lírica y comienza a pintar, exponiendo de manera individual por primera vez. Por aquel entonces, se interesaba por lo geométrico y por el color, teniendo como principal referente a Malévich y el suprematismo.
Es a partir de los ochenta cuando regresa a su pasión inicial: la poesía y lo literario. Introduce en su trabajo, además del cromatismo y la línea, la palabra. Precisamente es esta unión la que podemos observar en la exposición, una retrospectiva compuesta por treinta y siete obras realizadas por el artista entre 1988 y 2006.
Impactante es el montaje de la misma, ya que los trabajos expuestos, situados en las paredes que se encuentran a ambos lados de la figura del Cardenal Salazar, se relacionan entre sí en función de su formato apaisado. En estas pinturas contemplamos textos muy breves, generalmente acabados o truncados, que nos recuerdan a las innovaciones que los futuristas filtraron en la escritura literaria y en el diseño gráfico y tipográfico. Estas frases no interesan por su origen, sino por su carácter de fragmento, que hacen asimilar el lenguaje a la representación.
Dichos enunciados están escritos en letra imperial, una tipografía muy empleada en época romana para ser tallada en soportes duros, rígidos y perdurables, tales como el mármol. José María Báez, sin embargo la transforma en un objeto pintado, uniendo la poesía y la pintura en un solo soporte y haciendo de la palabra una imagen. Estas ideas se superponen sobre líneas horizontales y verticales que constituyen el fondo, que a su vez juegan con el color como elemento transmisor de recuerdos. Esto hace que el espectador se vea impactado por una combinación de sensaciones visuales, que tienen en lo plástico su principal emisor. Porque, como dijo, El Lissitzky, “las palabras de una página impresa deben mirarse, no escucharse”.