Viernes, 29 Marzo 2024
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FERNANDO ALDA, RADIOGRAFÍA DE UN MURO
por Ismael Ábrego Publicado el 31 de Marzo de 2015

FERNANDO ALDA > La memoria de lo imaginado
 
Sala EP1 CICUS - Sevilla
Hasta el 12 de mayo de 2015

 

La construcción de un edificio observada a pie de transeúnte -especialmente en las estrechas calles de los centros históricos de las ciudades europeas y mediterráneas donde son más accesibles- presenta una cierta fascinación sensorial a aquel que sea tan curioso como para asomarse tras las vallas; debido probablemente a la diferencia de temperatura con el exterior provocada por el cemento fresco, se genera una corriente de aire húmedo, cargado de aromas terrosos que golpean al oteador en el rostro. Una vez los obreros se han ido a sus casas, encontramos en estas edificaciones -sometidas a configuración y cambio constante-, un silencio, un estatismo y una luz muy particular, casi surreal. La luz a veces es tamizada por telas y plásticos que ondean como harapos al viento, otras veces cae a plomo, moldea las desnudas formas geométricas y realza la textura cruda de los materiales.

Fernando Alda (Aranjuez, Madrid, 1958) brinda la oportunidad de acceder a este espacio temporalmente vedado y lo hace llevando nuestra mirada no como lo haría un técnico, sino como lo haría un niño que se haya colado en ella, una mirada plástica que encuentra lo sorprendente encerrado en lo común, sin discursos, sin preconcepciones, simplemente belleza informe, material y abstracta.

Gracias a su dilatada trayectoria profesional en el campo de la fotografía de arquitectura, Alda ha podido tener un acceso privilegiado detrás de los bastidores de importantísimas obras de ingeniería y arquitectura internacional a ambos lados del Atlántico, trabajando junto a nombres reconocidos como Zaha Hadid o Jürgen Mayer. Especial mención a su aportación al imaginario colectivo de la ciudad de Sevilla con imágenes icónicas que vemos a diario desde aquellas de la ‘Expo 92’ donde iniciara su carrera, hasta las del ‘Metropol Parasol’, o al reportaje sobre las obras del metro de Sevilla que decora las paredes de sus estaciones.

El fotógrafo reconoce abiertamente que su primera vocación siempre fue la pintura, pero aunque posteriormente se decantara por la fotografía, las raíces nunca se abandonan del todo y determinan la manera en que se va a escudriñar el mundo a través del visor. Tanto esta preocupación estética como su trasfondo profesional se reflejan en la presente exposición y en otros de sus proyectos previos, buen ejemplo es ‘La poética del esqueleto’ (2013). Aquí como paso previo a sumergirse en la pared Fernando acerca la visión irreal que comentábamos antes, la luz que cae en el espacio en formación, el esqueleto, el interior del edificio aún vacío de historias y vidas.

En ‘La memoria de lo imaginado’ nos sumergimos de lleno en la superficie del muro, en la erótica de la materia. La génesis de este proyecto se encuentra en una visita que realizó a unos edificios en Panamá. Allí quedó fascinado por lo que los obreros, despreocupada e inadvertidamente durante su trabajo, habían dejado tras de sí. Sobre los tabiques había una constelación de salpicaduras, grietas y garabatos que a menudo recuerdan a la caligrafía oriental, unos continuos y sinuosos, otros arrítmicos y quebrados; responden a necesidades prácticas, a veces eran anotaciones de arreglos y ajustes necesarios, otros son remedos sobre grietas, restos de intervenciones, etc.

El resultado recordará instantáneamente al expresionismo abstracto o al informalismo del siglo XX, a aquellas vanguardias tan preocupadas por descubrir la esencia del arte, salvo por el detalle de que aquí no hay un intelecto consciente y sensible detrás de estas formas. Podríamos decir que han surgido “orgánicamente”, a veces a tenor de las oscilaciones de la sustancia viva que es el hormigón. Es tal la sensación de estar ante una pintura, que algo nos sacude cuando encontramos un indicio de que aquello es una fotografía: puede ser un extintor, un interruptor, una válvula, alguna señal, una pequeña nota de color sobre el monocromatismo dominante que pone del revés al observador.

Es necesario hacer una referencia a la oportuna relación de diálogo que se establece entre espacio y obra expuesta. La sala EP1 del CICUS era el lugar preciso para esta muestra: sus paredes de ladrillo antiguo desnudas, el suelo de cemento y gravilla suelta, la luz cálida de semipenumbra y su espaciosidad generan una experiencia estética unificada en el visitante, al confrontarse éstas a la tonalidad fría del cemento y el ritmo que imponen los trazos a lo largo de los muros. Tanto que a veces es difícil delimitar dónde termina la pieza y comienza el soporte.

La visita se presta al juego y a la interrogación, encontraremos muros colocados sobre muros y fotografías que parecen pinturas, pero que realmente sólo es un tabique. Es necesario señalar el carácter de sensibilización y educación de la mirada que subyace a discursos como éste, alguien podría preguntarse por qué fotografiar esto y no pintarlo, ¿y por qué no? El sentido orgánico e impersonal de estos trazos responde a necesidades prácticas y a desarrollos naturales en los materiales, pero ha sido la mirada del observador sensible y receptivo la que en un lugar anodino ha descubierto belleza y la ha compartido, señalándonos y recordándonos así una vez más, que dicha belleza responde más a un estado mental que a una realidad externa.

PRESENTE CONTINUO - Sevilla (España) - 2015 - ISSN 2444-5231
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